Translate

sábado, 14 de octubre de 2017

Illustradorasinfinitas Powerpaola

Los personajes que integran la familia de la colombiana Paola Gaviria (nacida en Ecuador) son mundanos y reconocibles; lo que sorprende es la crudeza con la que esta dibujante aprovecha su humor sutilísimo y melancólico para exhibir las pequeñas grandes mentiras que rodearon su crecimiento, educación y, finalmente, su salida al mundo, producto de la disolución de los primeros lazos afectivos. Virus tropical (La Editorial Común), la novela gráfica de Powerpaola que desde hace unos meses asoma por las librerías argentinas, es la deslumbrante carta de presentación de una artista sensible y elegante, capaz de retratar la infancia y la adolescencia de una mujer -ella misma- sin apelar al sentimentalismo ni a los clichés de las políticas de género. Con un trazo en el que conviven el costumbrismo estilizado y la pasión por los detalles, Virus tropical conmueve y entretiene, igual que Persépolis , de Marjane Satrapi, esa otra gran autobiografía a cuadritos con la que ciertamente se emparenta. "Lo único que busco es contar mi vida y materializar en un dibujo lo que me pasa -dice-. Ya me gustaría contar otras historias, sobre todo de ficción, ¡pero no puedo, no me sale!"
-Desde muy joven te dedicaste a viajar por el mundo: fuiste ayudante de cocina en Sydney, cuidaste ancianas en París y en otras ciudades trabajaste como modelo de dibujo en vivo. ¿Cómo llegaste a la novela gráfica?


-Desde que estudié Artes Plásticas, en Medellín, me interesé en el dibujo como herramienta autobiográfica. La verdad es que yo siempre dibujé, pero la historieta no es parte de mi formación.
-¿Cuándo empezó a serlo?
-En 2003, cuando obtuve una residencia para la Cité Internationale des Arts, en París. Una vecina vio mis dibujos y me dijo: "¡Tienes que leer cómics!". Pero como yo no tenía idea me prestó varios libros, algunos de Julie Doucet entre ellos. Cuando los leí, me di cuenta de que yo quería hacer eso mismo, es decir, contar historias de mi vida.
-¿Ahí te animaste?
-Poco después. Vivía en Sydney, porque a mi esposo le tocó hacer una maestría allá. Yo trabajaba como asistente en un restaurante y me sentía muy rara: por un lado, el inglés me costaba y pensaba que nunca iba a poder dedicarme al dibujo; por el otro, tenía mucho tiempo libre, ganaba buen dinero y conocía una ciudad extranjera. Así que armé un fanzine , subí algunas cosas a mi blog y se las mandé a varios amigos de distintos países. Mientras tanto, como con mi marido queríamos seguir viajando, llegamos a Buenos Aires. Y ahí me invitaron para formar parte del blog Historietas Reales.
-Tu trabajo relata la intimidad, sin pudores y de una forma muy transparente. ¿Crees que Virus tropical se inscribe en la narrativa del yo, tan característica de nuestra época?
-Claro que sí. Hoy todo el mundo es un poco público, y por eso lo autobiográfico tiene un nuevo sentido. A mí me parece que contar lo íntimo representa una buena oportunidad para mirar en detalle cosas divertidas de uno mismo y atreverse a contarlas desde un punto de vista novedoso.
Virus tropical demuestra que la frescura puede ser brutal. ¿Cuáles son tus límites?
-Yo creo que el escándalo y el drama. A mí no me gusta escandalizar; mi intención es crear un punto de vista personal y contar historias de mi vida, pero apostar a la crudeza no implica buscar el escándalo. Con el drama es lo mismo: contar las historias tal como son, o al menos como las recuerdo, no significa tener que agregarles drama.
-¿Qué te dieron las ciudades en las que viviste?
-¡Bueno! Ver el mundo de una manera ajena a la propia siempre enriquece. En mi caso, la cultura de cada ciudad me ha permitido observarme a mí misma de distintas maneras. Y como mi trabajo es autobiográfico, esa diversidad aparece en mi dibujo.
-Buenos Aires en particular, ¿qué te aportó?
-Creo que me sirvió para revalorizar el poder de la palabra. Aquí todo se basa en la conversación, siempre hay opiniones para los distintos temas. Digamos que se profundizan las cuestiones. En mi cultura no es así.
Virus tropical no es exclusivamente para mujeres, pero la mirada tiene un fuerte acento femenino. ¿Qué opinás de Maitena, que entre nosotros canonizó el retrato de la mujer en el cómic?
-Me gusta, claro, es interesante. Aunque de alguna manera ella explota el cliché de lo femenino, que en mi caso es algo que yo trato de evitar.
-¿Cuáles son las historietas que te atraen?
-Las que cuentan historias con humor, sensibilidad y sin drama. Del dibujo me gusta que me diga algo sobre la personalidad del artista. En ese estilo, creo que el cómic vive un momento muy creativo. Las pruebas son Persépolis , de Marjane Satrapi, y las historietas de la alemana Ulli Lust, la canadiense Julie Doucet y la israelí Noga Rauch, que me encantan e inspiran.
-¿Sentís que estamos ante una nueva era del cómic, ya muy distante de aquella en la que se lo consideraba puro entretenimiento?
-Por supuesto. Al menos desde Maus , de Art Spiegelman, quedó claro que la historieta no siempre es light . Al contrario, es un formato que permite explorar y profundizar las posibilidades del dibujo y de la narración. Los caminos son muchos.

La nACION

martes, 3 de octubre de 2017

Poetas Enormes : Chantal Maillard,

Hija de padres belgas, nació en Bruselas en 1951, nacionalizándose española desde los 17 años.
Es doctora en Filosofía Pura y profesora titular de Estética y Teoría de las Artes en el Departamento de Filosofía 
de la Universidad de Málaga, en la que imparte enseñanza desde 1990.Vivió un año en Benarés, India, en cuya 
universidad se especializó en Filosofía y Religión India. 
Ha colaborado con críticas de filosofía, estética y pensamiento oriental en el Suplemento Cultural de los diarios 
ABC
 y El País
Como poeta, ha publicado, entre otros, «Semillas para un cuerpo» 1987, Premio Leonor de poesía «Hainuwele» 1990, 
Premio Ricardo Molina 
, «La otra orilla» 1990, «Poemas a mi muerte» 1994, Premio Santa Cruz de La Palma
«Conjuros» 2001, «Lógica borrosa» 2002,  «Matar a Platón» 2004, Premio Nacional de Literatura, y "Notas al margen". Con la obra "Hilos", publicada en 2007,  0btuvo el Premio Nacional de la Crítica.
Ha cultivado la prosa poética en «Filosofía en los días críticos», «Diarios 1996-1998» y «Benarés». 
Ha traducido y editado a Henri Michaux y ha colaborado en distintos proyectos y actividades editoriales como 
la realizada conjuntamente con Jesús Aguado, de la cual ha resultado una colección de libros (poesía, ensayo y teatro) 
de textos clásicos de la tradición india, editados en Benarés.
Entre sus ensayos se destacan los títulos «La creación por la metáfora» 1992, «El crimen perfecto»,  «Aproximación 
a la estética india» 1993,   «Confucionismo, taoísmo y budismo» 1995  «La razón estética» 1999.


Chantal Maillard, poeta y filósofa española nacida en Bélgica (Bruselas1951). Premio Nacional de Poesía por su obra Matar a Platón y Premio de la Crítica por Hilos seguido de Cual. Doctora en Filosofía especializada en Filosofías y Religiones de India en la Banaras Hindu University (Benarés). Profesora titular de Estética y Teoría de las Artes de la Universidad de Málaga hasta el año 2000.

Ha puesto en escena varias de sus obras e intervenido en proyectos interdisciplinares con artistas nacionales e internacionales, tanto de las artes plásticas como del ámbito escénico, cinematográfico y musical.




Poesia





El cansancio



El cansancio. De nuevo, el
cansancio. El esfuerzo por
sobrevivir. Reiterado

Observar las nubes.
Dentro.
Barrer.
Dentro.

Elegir quedar.

                                       Toda nube
lleva una trayectoria. Asumir
la trayectoria. Imposible
barrer todo siempre. Está el
cansancio.

                              Aunque también el de
las trayectorias. De ver pasar las nubes.
También ese cansancio.

                                                  Entonces,
por un momento, ahora.
Sin voluntad. Y casi está bien.
Hasta pensar el estar bien y conve
rtirlo




en nube. En trayectoria











. El pánico

El cansancio. La sed. El pánico. 
Dentro. Fuera no se mueve. Dentro, 
pánico. Humedad que traspasa la 
casa-huesos. Entonces voy donde 
hay muchos. Como si algo fuese
cierto. Como si algo cambiase y por
eso fuese cierto. Entre todos. Entre 
muchos. Cierto porque se mueve.
Como si hubiese meta. Si no se
alcanza no importa. Mejor no
alcanzar. Como si. Para que sea 
cierto -¿cierto?-

La hora estimada. La hora de llegada 
estimada. Como si algo ocurriese. 
Por el movimiento. Por el nombre 
que cambia. El del lugar. El de los
ojos, no. Los ojos siguen fijos en el
rostro. El rostro que no veo. Siguen
mirando fuera. Yo nunca veo la
mirada de mis ojos mirando fuera.

El movimiento atrapando la
atención. Reteniéndola. Guiándola. 
Llaman historia a ese movimiento
que retiene la atención. Cuando no
hay movimiento fuera, la historia
ocurre dentro. Pueden haber muchas
historias a partir de un solo
movimiento. Entre todas forman una
situación. La situación es un nudo, a
veces una madeja, pero siempre es
un nudo. Algunos nudos retienen el
pánico. 

Se produce en el silencio,
antes del movimiento, y
también después. El pánico es 
un furor detenido. En un principio 
fue el pánico. Tuvo que serlo. Luego, 
el furor fue las formas, ésas que el
movimiento produce en razón de sus
detenciones, de sus sacudidas.

Cuando el espacio entre las 
sacudidas se prolonga, decimos 
que alguien ha muerto. Entonces vuelve 
el pánico o, mejor dicho, se abre. Se 
abre el pánico y el furor se detiene. 

Suele ocurrir también que alguien, 
en el movimiento aún sostenido, 
caiga en la abertura del pánico. Es
por efecto del vértigo que arrastra 
como un esfínter los bordes de 
la abertura. Su tiempo, 
entonces, queda detenido. En el 
pánico.

Por eso hago como si algo ocurriese. 
Ocurre al menos la historia como si 
algo ocurriese. Un movimiento, 
una vez más. Tal vez sirva. Para que 
haya historia y me la crea. Lo justo 
para poder caer más adelante.


Sin embargo

Sin embargo,
sin embargo,
sin embargo… No me
fío de mí. Nada es
permanente. Menos
lo es la palabra. Esto
tampoco,
esto tampoco,
esto tampoco. No me fío,
no te fíes de quien
dice, de quien
habla, de lo que se
dice, de lo que dices,
de lo que digo,
no me fíes,
no te fío.
La lucidez es una chispa, un
estado de conciencia
en las multiplicadas estancias
de la conciencia o que hacen
conciencia, las estancias
que se alargan, se prolongan, se
continúan, y así
se le llama conciencia
a aquella continuidad.
No me fío, no te
fíes de las estancias,
se estrechan,
se acortan,
se invaden,
desaparecen,
la lucidez es un instante
entre estancias,
ventanas en la mónada que
si permanece bajo
la luz del foco se hace estancia,
también ella, y sufre
las mismas convulsiones.
Sin embargo,
sin embargo,
sin embargo… lo
que intuyo ahora
se borrará mañana,
luego,
ahora,
apenas se haga pensamiento,
conciencia: estancia. Atrapamos
la sensación que invade las entrañas,
muy abajo,
muy adentro,
muy homogénea, la atrapamos
y la hacemos eso: “sensación”,
la nombramos,
la describimos… la perdemos. Ya
no es ella, ya no es eso, ya no es.
Aún está allí pero
no es lo que digo,
lo es apenas,
no es lo que oís,
no es eso, no
os fiéis,
no me fíes,
no te fío.
De nuevo cae la tarde,
mengua la luz.
Los colores del otoño vienen del oeste,
decía aquel poeta chino.
El mundo está en mí.
No me apartaré.
Acojo todos los colores, el
estío dentro de mi otoño,
porque sé que no
hay fin, que no habrá término.
Todo comienza y termina en mí.
Yo soy el infinito proyecto de mí misma
por encima de mí

me sobrevuelo.


lunes, 4 de septiembre de 2017

La paz y la belleza de la lectura como un antídoto contra el caos de tráfico de la ciudad. Este es el concepto detrás de Literatura Vs Tráfico , una instalación interactiva que el colectivo de artistas Luzinterruptus recrea las calles de Toronto. Ben 10.000 libros abiertos han ido a jugar durante toda una noche a la carretera de la metrópolis canadienses, el bloqueo de las carreteras a los coches y en su lugar invitando a los transeúntes a caminar entre los volúmenes, fotografiarlos y llevarlos a casa. ¿Qué tan real fragmentos de una obra de arte de la calle. "Nuestra intención es llevar la literatura a la conquista del espacio público - el colectivo explica en su página web - ofreciendo a los transeúntes un lugar libre de tráfico. Un lugar que desde hace algún tiempo tiene que someterse al poder de la palabra escrita. Por lo tanto un espacio que está generalmente reservado para la velocidad y el ruido puede llegar a ser un lugar de tranquilidad y relajación, iluminada por la luz suave de las páginas. Eventualmente, los coches estarán en la carretera, pero "muchos de los que han sido testigos de la instalación llevará el recuerdo de esta noche, y aprenderá a vivir mejor su relación con el entorno que lo rodea. El sugerente a través de los libros dei ha sido preparado con la ayuda de 50 voluntarios, y ha permanecido en la calle durante aproximadamente 10 horas , la auto-smontandosi mano mano que los volúmenes fueron llevados por los transeúntes.

La paz y la belleza de la lectura como un antídoto contra el caos de tráfico de la ciudad. Este es el concepto detrás de Literatura Vs Tráfico , una instalación interactiva que el colectivo de artistas Luzinterruptus recrea las calles de Toronto. Ben 10.000 libros abiertos han ido a jugar durante toda una noche a la carretera de la metrópolis canadienses, el bloqueo de las carreteras a los coches y en su lugar invitando a los transeúntes a caminar entre los volúmenes, fotografiarlos y llevarlos a casa. ¿Qué tan real fragmentos de una obra de arte de la calle.
"Nuestra intención es llevar la literatura a la conquista del espacio público - el colectivo explica en su página web - ofreciendo a los transeúntes un lugar libre de tráfico. Un lugar que desde hace algún tiempo tiene que someterse al poder de la palabra escrita. Por lo tanto un espacio que está generalmente reservado para la velocidad y el ruido puede llegar a ser un lugar de tranquilidad y relajación, iluminada por la luz suave de las páginas. Eventualmente, los coches estarán en la carretera, pero "muchos de los que han sido testigos de la instalación llevará el recuerdo de esta noche, y aprenderá a vivir mejor su relación con el entorno que lo rodea.
El sugerente a través de los libros ha sido preparado con la ayuda de 50 voluntarios, y ha permanecido en la calle durante aproximadamente 10 horas , la auto-smontandosi mano mano que los volúmenes fueron llevados por los transeúntes.

Debe llevarme muy lejos de la vida corriente, desde el escaparate, desde el rótulo. Las librerías que me gustan son primeramente lugares hermosos: encontramos madera, sillas o sofás, carteles antiguos, libros por todas partes (no siempre bien colocados y sobre todo un espíritu que se encarna en la sonrisa de los libreros ”Francois Burnel. Periodista frances.

Librerias


L écume des pages 
Barnes, Noble & Border




Les Traversées”,


martes, 1 de agosto de 2017

La escritora norteamericana Que ya es un mito ,Cynthia Ozick

















Nació en el Upper East Side de Manhattan en 1928, el año antes del crack, del duro despertar de los felices años 20, pero creció en el Bronx, en Pelham Bay, un barrio de casas pequeñas donde, de camino a la escuela, respiraba la fragancia de los lilos al pasar por los pequeños patios delanteros. La biblioteca pública llegaba todos los viernes por la tarde en forma de camión verde que estacionaba cerca de una casa que tenía un cerdo en su patio. Y había un parque lleno de monumentos decadentes. Y de ranas. Su familia acababa de emigrar a Estados Unidos pero, matiza, no desde Lituania, como señalan las biografías que pueden leerse en la red, sino desde “la Rusia Blanca”, huyendo de los pogromos que diezmaban a los judíos y del hambre comunista. Su abuela le enseñó el yiddish, los insultos de los niños le descubrieron su identidad judía. No empezó a escribir hasta los 42 años. 

Cynthia Ozick es una de las mayores escritoras estadounidenses vivas y también una de las más desconocidas para el lector español, un trabajo de estilo casi obsesivo que vibra en novelas como El chal o en los Cuentos reunidos que acaba de editar Lumen en nuestro país. Cuando en 1985 el Paris Review envió a un periodista a entrevistarla y éste lanzó su primera pregunta, ella se abalanzó sobre su máquina de escribir para responder. Por escrito contesta también a continuación 

-Se cuenta que pelea con la escritura sílaba a sílaba, que escribir para usted es una batalla sin armisticio, que nunca le satisface el resultado.
-Es la talentosa y valiente Eugenia Vázquez Nacarino la que se ha peleado “sílaba a sílaba” para traducir mis relatos al español. Mi batalla personal es más humilde: la lucha de todo escritor serio para encontrar le mot juste. Las palabras que llegan con demasiada facilidad son las de la lengua de todos los días, y si bien se trata de las que el diálogo en la ficción busca repetir, no son las mismas de la prosa literaria. Incluso cuando el diálogo parece más coloquial, nunca ofrece simplemente la transcripción de una conversación real, con sus vacilaciones, repeticiones, titubeos, incertidumbres: debe ser formado, moldeado, organizado con ingenio y concisión, un simulacro astuto, pero todavía sólo un simulacro. El idioma “normal”, nunca contará como literatura. 

-¿Y qué cuenta entonces?
-El mundo del libro lo disputan dos especies de escritores: los que aplican la prosa de segunda mano y los que no. Imagine un gran rollo de tela, no de lino o seda, sino de poliéster barato. El escritor de segunda mano corta piezas de la misma, capítulo por capítulo, cuento a cuento. Sin embargo, independientemente de lo que cosa con ellas, ya sea novela o cuento (o incluso poesía), siempre será poliéster. El segundo tipo de escritor aspira a convertirse no sólo en un escritor de gatillo fácil sino en algo completamente distinto: un escritor que también es artista. El arte literario combina lenguaje forjado de yuxtaposiciones frescas, de palabras que no se escuchan en el mercado o en la tienda de jardinería, con ideas y observaciones que, aunque un poco gastadas (porque todos los cuentos se han contado antes), nos parecen nuevas. Pero hay otro elemento al acecho que no puede ser nombrado o descrito, que va más allá del pensamiento y de la lengua que lo transporta. Una especie de halo de la intuición mezclado con perspicacia, un escurridizo velo de sentimiento que no puede ser deseado o planeado o incluso solicitado. Somos, sin embargo, conscientes de su presencia en, por ejemplo, La muerte de Iván Ilich de Tolstoi, o Campesinos de Chéjov, o La marca de nacimiento de Hawthorne, o en comedias del absurdo como Don Quijote o La importancia de llamarse Ernesto, de Wilde. Y ese es el inasible, insondable, indecible tercer elemento que hace el arte. En muy raras ocasiones, y sólo cuando una obra llega a su fin, puedo sentir un susurro fugaz de ese tercer elemento. Pero pocas veces, casi nunca; la escritura está a la altura de su reputación y de su verdadero nombre. Es un trabajo duro. 

El tedio del yo

Cynthia Ozick desprecia la memoria tanto como ensalza la imaginación. Admite recuperar fragmentos de recuerdos en sus ensayos pero jamás en la ficción. “Una historia, un barrio o un paisaje pueden ser invocados, pero nunca un incidente. Huyo de lo autobiográfico, me frustra, me limita demasiado, pone freno a cualquier ápice de fluidez”. Ozick huye del tedio del yo, de ese tipo tan bien conocido que es siempre uno para sí mismo. La liberación brota siempre de la invención, de lo desconocido. “En los campos sin límites de la invención puedo hacer que sucedan cosas que nunca sucedieron, ir a donde me plazca y ver, y hacer, sin miedo, cualquier cosa, todo lo ajeno a mi estrecha experiencia. Puedo vivir otra vida. La ficción es impostura, la alegría de mentir sin penalización”. 

-La crítica explica que su muy singular estilo es “realista”. ¿Así lo describiría?
-Updike escribió una vez que no importaba lo mucho que lo intentara, siempre que escribió una frase resultó ser una frase de Updike. Y una frase es una frase en sus dos acepciones: una cierta longitud de prosa declarativa y un juicio que encarcela. Al igual que cada individuo no puede alterar su ADN, su particular destino biológico, cada escritor está condenado a la clase de prosa que emerge de su pluma. El estilo es innato. Uno no puede controlar su estilo idiosincrásico como no puede cambiar el color de sus ojos. ¡Oh, cómo me gustaría scribir como Tolstoi! Pero para escribir como Tolstoi, o como Updike, uno tiene ser Tolstoi, uno tiene que haber nacido Updike. La envidia es inútil; también lo es la aspiración. 

-He leído varias entrevistas suyas y siempre le preguntan por Henry James, su “maestro”. Bloom dice que todos los escritores malinterpretan a sus precursores para lograr una literatura verdaderamente original. ¿Cómo gestiona su personal “ansiedad de la influencia”?
-Uno puede creerse influido por, digamos, Henry James, uno puede de hecho anhelar ser influido por Henry James, o, más sutilmente, uno puede inconscientemente imitar a Henry James, y el resultado no será nada más que una insensata parodia. Saul Bellow me señalaba en una carta las huellas fácilmente visibles de James en uno de mis primeros cuentos: se había percatado de que, en una pausa en el diálogo, había insertado la frase típicamente jamesiana: “Dudó”. Bloom entiende por “ansiedad” el temor del autor a no alcanzar la originalidad por haber llegado después de una gran figura literaria. Pero, ¿un precursor poderoso realmente amenaza o inhibe la originalidad? ¿Homero impide el Ulises de Joyce? Mi compromiso con James hace mucho tiempo que se detuvo en la veneración de sus poderes. No hay nada que alguna vez tomara de él que no terminara en la locura de la imitación: un secundario efímero emulando al principal. 

-Anna Karenina escrita por Henry James... ¿nunca se habría suicidado?
-¿Qué haría James con Anna Karenina? Sí, ella, incluso en las manos exigentes de James, sería una suicida, pero no del tipo corporal. James no la arrojaría bajo las ruedas de un tren, sino bajo los sutiles tejemanejes de una intriga malévola. A través de diversas maniobras psicológicas, acabaría por hundirse moral y espiritualmente, y su “suicidio” consistiría precisamente en tener que vivir. Aunque algunos quieren denigrar a James como un escritor de la hora del té, él se ocupa de la corrupción y del mal absoluto. Incluso escribe -oblicuamente- del amor sexual apasionado, como entre Merton Densher y Kate Croy en Las alas de la Paloma.

La imaginación va donde quiere

-Los novelistas judíos actuales son en su mayoría laicos cuando no ateos. Pero usted es creyente... ¿Juega algún papel la religión en su obra?
-Se trata de una premisa que me incomoda ya que “la religión” sugiere una piedad rígida y dogmática, y la verdad es que cada vez que me encuentro (¡por suerte no muy a menudo!) una novela que se lee como un tratado o un sermón -o revela un trasfondo didáctico- me dan ganas de tirarla contra la pared. Como judía siento el impacto de una larga, larga historia, de la rica diversidad de los movimientos intelectuales que han caracterizado el pensamiento judío durante milenios, y en cierto sentido esa historia, sin duda, puede colorear lo que escribo; pero no es lo que esencialmente me motiva como novelista. La imaginación va donde quiere. Y así escribo sobre judíos. ¿Quién no? Joyce tiene su Bloom, Borges estaba fascinado con el judaísmo. Andrew Marvell, el poeta inglés del XVII, ¡no podía siquiera cortejar a su tímida amante sin invocar a los judíos! Escribió: “Si tuviéramos suficiente mundo y tiempo / Te amaría diez años antes del Diluvio; / Y tú deberías, por favor, negarte / Hasta la conversión de los judíos”. Osea hasta la eternidad, ¿no? “La conversión de los judíos”... Eso nos lleva de vuelta a la historia española. ¿En cuántos miles y miles de españoles de hoy dejó su huella el ADN de los judíos conversos del siglo XV? 

-Rechaza ser tratada como una escritora feminista. ¿Qué le rechina del feminismo actual?
-El feminismo clásico se esforzó para que las mujeres tuvieran acceso a todas las posibilidades mundanas, para que no las excluyeran de las profesiones, de los deportes, de la política, de todas los caminos de la aspiración. Las mujeres ya no estaban condicionadas por su anatomía. Pero las llamadas feministas de hoy parecen haber vuelto a los malos y viejos tiempos renovando esa circunscripción repudiada; apenas miran más allá de la anatomía y existen algunos cursos de “Estudios de la Mujer” que podrían mejor titularse “Estudios del cuerpo”. Y luego, bueno, un escritor es un escritor. ¿Alguien se refiere a García Márquez como un “hombre escritor”? Si eso suena ridículo, entonces lo mismo debería sonar “mujer escritora”. 

-Sabemos que ama a Edith Wharton, Henry James , E. M. Foster... Pero, ¿que opinión le merecen los escritores actuales? 
-¿Estamos hablando de ficción? Entonces supongo que he llegado a la edad de la relectura. Si hubiera suficiente mundo y tiempo... pero no hay, así que me siento atraída más por los libros antiguos que ya han demostrado su imperecedero encanto. 

-A David Foster Wallace le encantaban sus libros. ¿Le gustan a usted los suyos?
-Confieso: he leído muy poco a David Foster Wallace, apenas uno o dos ensayos. Pero he visto una reproducción de la guarda de uno de mis libros llena de escritura a mano de Wallace, y me conmovió. En esa página en blanco había listado las palabras que yo había utilizado, palabras con las que aparentemente no estaba familiarizado, y al lado de cada uno de ellas colocó su definición. Me quedé de una pieza. Tan extraño, tan fraternal, ¡tan cerca de la médula! Me hizo pensar en el cuaderno hebreo de Kafka, en el que copió palabras hebreas nuevas para él y escribió junto a ellas su significado en alemán. De la nueva generación de escritores... ¿habrá alguno igual a Bellow, Nabokov, García Márquez, Clarice Lispector, Alice Munro? Sólo tenemos que esperar. 

Pocos lectores pero suficientes

-Después de toda una vida dedicada a la escritura, ¿qué piensa cuando se lee a sí misma?
-¿Qué pienso de mi propio trabajo? Me decepciona. No es lo suficientemente bueno, no es lo que esperaba. No obstante, ojalá hubiera escrito más así. Por ejemplo, dediqué siete años a la redacción y la producción de una obra de teatro dirigida por Sidney Lumet. Durante ese largo período, él escribió un libro llamado Making Movies. Con toda mi atención puesta en la obra y sus numerosos borradores, yo no escribía nada. Las historias que podrían haber surgido, la novela que nunca llegó a ser se desvanecieron por el bien de las actuaciones y el público. Por supuesto, queda la emoción del teatro, pero, ¡oh qué efímera! Y soy consciente, y de forma aguda, de que mis historias también son efímeras. Tengo pocos lectores, suficientes incluso ahora. Aún así, me gusta fingir que voy a vivir para siempre, para poder sufrir y sufrir y sufrir los espejismos de que los escritores somos presa.

-El Holocausto ha estado siempre muy presente en su obra. ¿Los judíos vuelve a vivir días malos?
-Todo el mundo me lo pregunta: “¿vuelven los judíos a vivir tiempos difíciles?” Lo tomo como una constatación, ya que sin duda lo es, y vivo absorbida por estos acontecimientos horribles desde que me despierto hasta el final del día. Es innegable que los judíos vuelven a ser demonizados en Europa, 70 años después del tormento y asesinato de un tercio de su pueblo. La ficción deliberada del “antisionismo” como algo separado del “antisemitismo” no ha sido más que un pretexto para los terroristas que planean sin cesar matar a tantos judíos como les sea posible en todas partes. Lo más doloroso no es el aullido de los matones callejeros ni de los gamberros del fútbol con sus consignas cruelmente difamatorias y sus pañuelos palestinos, sino la complicidad de la élite sofisticada.

Porque, insiste Ozick, es en las universidades donde el boicot a Israel es seguido con más celo, y el contagio, asegura, comienza a llegar a los EE.UU. “Que la legitimidad de Israel sesenta y siete años después de su renovación histórica se cuestione en casi todas partes es un síntoma de podredumbre moral, bien visible en esa expresión radicalmente malvada, obscena, de “el derecho a existir”. ¿Quién cuestionaría el derecho a existir de un gato o un perro? Y ahora los judíos, rodeados de enemigos que claman por su destrucción, ¿han de ser despojados de nuevo del derecho a existir?Hay días en que no sé si estoy viviendo en el siglo XXI o en los temblorosos años treinta. Sin duda su publicación no esperaría semejante alegato en una entrevista literaria. Pero ha sido usted el que me ha preguntado por “los judíos que viven otra vez tiempos difíciles”.
 

martes, 11 de julio de 2017

BiblioteCas



Dibujos de violencia y amor: la vida maldita de la sobrina de Freud


Martha Freud fue conocida no solo por ser la sobrina del padre del psicoanálisis sino también por ilustrar hermosos cuentos para niños.


La autora infantil Tom Seidmann-Freud (1892-1930) es una de las artistas de culto del siglo XX

Su tío Sigmund decía que “estaba un poco loca” debido a su forma de actuar. Se trataba nada más ni nada menos que de Martha Freud, una de las mejores ilustradoras de libros infantiles de todos los tiempos.
Al día de hoy, sus obras son tan importantes que serán expuestas en la muestra “Documenta”, en Alemania; junto a ellas también se revelará su fuerte historia de vida, que terminó muy prematuramente a los 37 años luego de cometer un suicidio.
Según revela Infobae, Martha Freud solía vestirse como varón en “ciertas ocasiones” y firmar con el nombre de Tom Seidmann-Freud, un pseudónimo masculino que surgía de sus apellidos de casada y soltera, respectivamente.
La ilustradora tenía 19 años cuando comenzó a estudiar arte, paralelamente, realizó los dibujos para sus dos primeros libros: “La pequeña nube” y “El jardín del dolor”. Sus dibujos habían llamado la atención de los críticos, quienes los describían como “pintorescamente feos y geniales”.
Desafortunadamente, Martha Freud comenzó a padecer tragedias desde muy joven; luego de casarse con su esposo Yankel y tener a su primera hija, falleció uno de sus mejores amigos y su hermano Theodor, estos hechos marcaron no solo su vida personal sino también profesional y artística.
Paralelamente, Martha y su esposo, que trabajaban juntos en asuntos editoriales, conocieron al escritor Jaim Najman Bialik, con quien luego iniciaron una sociedad que dio origen a la editorial Ophir, que quebró con la crisis económica del ’30.
Desafortunadamente, los problemas financieros llevaron a Yankel a suicidarse, abandonando así a Martha y su pequeña hija de seis años.
Pocos meses tuvieron que pasar para que, finalmente, Martha dejara de comer, como consecuencia de la tristeza y la pena que sentía por la muerte de su marido. Finalmente, el 7 de febrero de 1930, la sobrina de Freud se suicidó tomando pastillas.
Luego de su fallecimiento, todos sus dibujos y obras fueron recopilados por su hermana Lilly y guardados dentro de una caja por temor a que fuesen destruidos por el Nazismo. Tuvieron que pasar muchos años para que, finalmente, el arte de Martha vuelva a manos de sus progenitores y pueda ver la luz en la exposición “Documenta"

A los 15 años, y ya con la familia trasladada de Viena a Berlín, Martha adoptó Tom como nombre y comenzó a vestirse a la manera masculina. Como futura estudiante de arte, no quería que el género fuese un obstáculo para la trascendencia de sus trabajos.
Sus creaciones, tras estudiar arte en Londres, se encuadraron rápidamente en el Jugendstil, el nombre alemán con el que se conoció el Art Nouveau o modernismo. Poco después, en 1920, conoció a Jakob Seidmann, con quien se casó 2 años después. Estuvieron juntos para siempre.
Con unas composiciones delicadas pero firmes en el trazo y una acuarela colorista, comenzó a hacerse un hueco en el panorama editorial. Publicó libros de cuentos como Kleine Märchen (La pequeña hada) oDie Fischreise (El viaje del pez). En 1924 llegaría Buchder Hasengeschichtenel libro de las historias de las liebres.



El mismo año que apareció El viaje del pez, los Seidmann conocieron en Berlín a Jaim Najman Bialik, el gran escritor y traductor judío que se proponía llevar la mejor literatura del mundo a los niños de Palestina, en hebreo. Bialik estaba encantado con El viaje del pez. En poco tiempo, la amistad se convirtió en sociedad y los tres montaron con mucha ilusión la editorial Ophir (que era el nombre de una tierra bíblica de grandes riquezas, desde donde se cree que le llegaba cada tres años un cargamento de oro, plata, piedras preciosas, marfil, monos y pavos reales al rey Salomón), precisamente con la idea de crear y recrear la mejor literatura infantil en hebreo.




El estilo de ilustración de Tom Seidmann-Freud cambió. Abandonó los lineamientos del Jugendstil para tomar los de la Nueva Objetividad (Neue Sachlichkeit), el arte moderno que reinaba durante la República de Weimar, con sus líneas más geométricas, sus tonos más claros y el uso de colores delicados y hasta transparentes.

Comenzaron a traducir al hebreo y a ilustrar clásicos de Andersen y de los hermanos Grimm y el giro en el estilo y el diseño también se adueñó de los contenidos, ya que por una cuestión ideológica introdujeron en los relatos la idea de un judaísmo socialista con el que soñaban. También hubo revolución en el tema de género, ya que las diferencias entre niñas y niños en las ilustraciones se hicieron menos notorias.



Los títulos del catálogo (libros de literatura de diferente tipo, incluso libros móviles, pero también fabulosos textos de pedagogía y metodología para leer, escribir y también para realizar operaciones matemáticas) comenzaron a circular y obtenían excelentes comentarios en el grupo de artistas e intelectuales más refinados. Hasta Walter Benjamin (quien también es objeto de una muestra en Documenta, Kassel) escribió elogiosamente sobre los libros de Ophir. Pero desfortunadamente no alcanzó con el entusiasmo, ni con la retórica y los elogios.



A la muerte de Tom, su hermana Lily reunió todos sus bocetos, dibujos, pruebas de color y notas, colocó los materiales en una enorme caja sellada y la guardó. Con la llegada del nazismo, desaparecieron del mercado la mayoría de los libros de las editoriales de los Seidmann, por lo que algunos de los dibujos más bellos del mundo ingresaron en la oscuridad. Muchos de los miembros de la familia Freud (incluida la madre de Tom, Mitzi y otras tres hermanas), murieron en campos de concentración y el resto de los integrantes del clan padeció diferentes formas del desarraigo para sobrevivir.

Cuando Lily murió, en 1978, la caja sellada con la obra de Tom llegó a manos de Angela, que vivía en Israel y que había cambiado su nombre por el nombre hebreo de Aviva, que se traduce como primavera o renovación. Su apellido, entonces, ya era el de su esposo: Hariri.




Imposible no imaginar las emociones que habrá sentido esa mujer en el momento en que se reencontró con la obra de su madre, un tesoro fabuloso que comenzó a divulgar y que difundió hasta su muerte, ocurrida en 2011. Hoy son sus tres nietos (Amnon Harari, Ayala Drori y Osi Gevim) quienes cuidan la memoria y la obra de aquella ilustradora extraordinaria, que a los 37 años sintió que su vida no era y nunca sería un cuento de hadas y pensó que ya no tenía sentido seguir adelante.

La obra de Tom Seidmann-Freud hoy cotiza en alza: la artista maldita y sufrida se convirtió en artista de culto. Sus dibujos se venden en subastas, sus libros comienzan a reeditarse (hace unos años, cada bebé en Tel Aviv recibía un librito publicado por la municipalidad con canciones de Bialik y dibujos de Tom Seidmann-Freud) y los expertos se engolosinan con sus diversas técnicas y hablan de folk art y surrealismo o comparan alguno de sus estilos con la modernidad de Miyazaki, el creador de El viaje de Chijiro.

El alma del arte estuvo a oscuras y en una caja sellada, durante 50 años. Ni la locura, ni los nazis ni la muerte por mano propia lograron apagar el brillo de ese tesoro en colores. La obra de Tom sobrevivió al Holocausto y regresó para enamorarnos a todos.













 Martha Tom Freud con su hija