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jueves, 11 de agosto de 2016

Un Romance Apasionado. Hannah Arendt y Martin Heidegger

Martin Heidegger y Hannah Arendt vivieron un intenso romance en Marburgo desde finales de 1924 hasta la primavera de 1926.Hannah tenía 17 años cuando conoció a su profesor de filosofía, que había cumplido los 35 y estaba casado. No hay más que leer las cartas de amor entre ambos para comprender la profundidad de la relación, que fue para ambos la más importante de su vida. Aunque el alejamiento físico se produce en 1926, los dos siguieron escribiéndose hasta julio de 1975, fecha de la última misiva de Heidegger, un año antes de su muerte.
El apasionado amor entre el hijo de un sacristán católico de la Selva Negra y la chica que había nacido en Hannover en el seno de una familia judía originaria de Rusia ha llenado miles de páginas. Pero todavía resulta difícil de entender como Heidegger pudo hacer compatible su marcado antisemitismo que llegó hasta extremos de fanatismo, con la pasión por una mujer que idealizaba y por la que estuvo a punto de romper con su esposa.
Las cartas entre Heidegger y Arendt se interrumpen en 1932 y vuelven a reanudarse en 1950 cuando ella reside en Nueva York tras haber huido de Alemania y escapado de un campo de concentración en Francia. El intervalo de 18 años y el encumbramiento político de Heidegger por el régimen nazi habían producido una quiebra de la relación y Hannah Arendt duda sobre la conveniencia de reanudar los vínculos con el maestro. Pero finalmente viaja a Alemania y se encuentra con su antiguo amante en Friburgo. La mujer de Heidegger es testigo de esa cita.
La primera carta de Heidegger a Hannah Arendt, según la recopilación de su correspondencia publicada por Herder, data del 10 de febrero de 1925, cinco meses después de conocerse en Marburgo. Es un documento impresionante en el que el pensador alemán desnuda sus sentimientos hacia su joven alumna: "Nunca podré poseerla, pero usted permanecerá a partir de ahora en mi vida", escribe.

Cartas de ida y vuelta

Dos semanas después, el profesor confiesa a su amada. "Lo demoníaco ha dado en mí". Y en una misiva posterior escribe: "Vivo en un arrebato de trabajo y en la alegría por tu pronta llegada. Por doquier, estás cerca de mí".
Hannah responde con una carta muy larga, fechada en Koenigsberg (hoy Kaliningrado), en la que expresa en tercera persona la angustia que le ha acompañado en toda su existencia y su dificultad para abrirse al otro. Pero Heidegger responde: "Sólo hay sombras donde brilla el sol. Y ése es el fondo de tu alma".
La correspondencia va ganando en intensidad sentimental a medida que avanza 1925, lo que el profesor refleja en una exaltada misiva en la que afirma: "Desearía que esos instantes de nuestras vidas no se desvanecieran nunca".
La última carta de este primer periodo de correspondencia es del invierno de 1932 y en ella Heidegger niega con indignación la menor participación en la exclusión de judíos de sus seminarios. Pero dos años después, siendo ya rector de la Universidad de Friburgo, consiente que se le prohiba la entrada a la biblioteca a Edmund Husserl, su maestro y tutor, que era judío.
Martin Heidegger hace un canto a los valores del nazismo en su discurso de toma de posesión en Friburgo, lo que debió ser demoledor para Hannah Arendt, detenida por la Gestapo por esas fecha sin que su ex amante hiciera nada por evitarlo.
La segunda parte de su correspondencia abarca desde 1950 a 1975, poco antes de la muerte de ambos. Comienza con una carta en la que Heidegger no oculta su emoción por su reencuentro en Friburgo. Arendt responde desde Wiesbaden: "Esa velada y esa mañana es la confirmación de toda una vida".

Durante 25 años, los dos siguieron su intercambio epistolar, aunque hablan sobre poesía, filosofía y temas abstractos, evitando referirse a sus sentimientos. El 30 de julio de 1975 Heidegger expresa su ilusión por una nueva visita de Hannah. Ya no hay más cartas. El resto es silencio. Un año más tarde ambos yacían bajo sus tumbas.


Correspondencia




Queridísima!
Gracias por tu carta. Si solamente pudiera decirte cómo soy feliz contigo, acompañándote mientras tu vida y mundo se abren de nuevo. Puedo ver apenas cuánto has entendido y cómo todo es providencial.
Nadie aprecia jamás la experimentación consigo mismo, por esa circunstancia, todos los compromisos, técnicas, moralización, escapismo y cerrazón puede inhibir y torcer la providencia de Ser.
Esta distorsión gira en torno a cómo, a pesar de todos nuestros sustitutos para la “fe”, no tenemos ninguna fe genuina en la existencia en sí misma, y no entendemos cómo sostener cosa como esa por nosotros mismos.
Esta fe en la providencia no excusa nada, y no es un escape que me permitirá terminar conmigo de una manera fácil. Solamente esa fe –que como fe en el otro es amor- puede realmente aceptar al “otro” totalmente.
Cuando vi que mi alegría en ti es grande y en crecimiento, eso significó que también tengo fe en todo lo que sea tu historia.
No estoy erigiendo un ideal, aún menos estaría tentado jamás a educarte, o a cualquier cosa que se asemeje a eso.
Por suerte, a ti, como eres y seguirás siendo con tu historia, así es como te quiero. Sólo así es el amor fuerte para el futuro y no sólo el placer efímero de un momento. Sólo entonces es el potencial del “otro” también movido y consolidado por las crisis y las luchas que siempre se presentan.
Pero tal fe también se guarda de emplear mal la confianza del “otro” en el amor. Amor que pueda ser feliz en el futuro ha echado raíz. El efecto de la mujer y su ser es mucho más cercano a los orígenes para nosotros los hombres, menos transparentes, por lo tanto, providencial pero más fundamental.
Tenemos un efecto solamente en cuanto somos capaces de dar. Si el “regalo” es aceptado siempre inmediatamente o en su totalidad, es una cuestión de poca importancia. Y nosotros, cuanto mucho, sólo tenemos el derecho de existir si somos capaces de que nos importe.
Nosotros podemos dar solamente lo que pedimos de nosotros mismos. Y es la profundidad con la cual yo mismo puedo buscar mi propio Ser, que determina la naturaleza de mi ser hacia otros.
Y ese amor es la herencia gratificante de la existencia, que puede ser. Y así es que la nueva paz se desprende de tu rostro, el reflejo no de una felicidad que flota libremente, pero sí de la resolución y la bondad en las cuales tú eres enteramente tú.
Tu Martin





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