En este artículo, se sitúa, por un lado, la coyuntura histórica de la literatura de Lewis Carroll, y por otro, la creación literaria del autor a través del recorrido de sus escritos, como en una intersección entre lógica, sexo y literatura. |
Para abordar el sexo en la dirección de la lógica y del psicoanálisis, tomo
el camino aparentemente opuesto: el camino de la literatura, tradicionalmente
considerada como el revés de la lógica. Lo previsible de la lógica es dispensado
por la literatura; al contrario, lo imprevisible, agujero de la operación
lógica, es el punto que nutre la creación literaria. Y para esto no hay nada mejor que una literatura producida en la víspera del advenimiento del psicoanálisis, que no recibió ninguna influencia directa del mismo durante su gestación, pero que respiró el espíritu de los tiempos en que Freud revolucionó con su invención, –época ésta que transfirió la creencia en el saber de la religión a la del saber de la ciencia, que abrigó al mismo tiempo al puritano y al investigador y en la cual el estilo de la reina Victoria se explayó por toda Europa–. Mejor todavía, un autor que entrelaza la creación literaria con la lógica por estar implicado con ambas. Llegamos así al Reverendo Charles Lutwidge Dodgson (1832-1898), profesor de lógica y matemática que reservó esta identidad para la autoría de las obras en esa área, y al mismo tiempo, Lewis Carroll, seudónimo con el cual firmó su obra de ficción, de la cual forma parte la famosa Alicia en el País de las Maravillas. [1] El soñador y el lógico, Lacan señala esta división como necesaria para la realización de la obra, [2] en la obra no habla de sexo, tema éste que es prohibido para la subjetividad victoriana. El sexo, sin embargo, no sólo está presente en ella sino que transborda en la equivocidad de los juegos de lenguaje que sirven de vehículo, al mismo tiempo, a la ideología victoriana y a su subversión. Él no dice el sexo, él lo muestra y lo toca por la tangente, a través del juego significante, de las paradojas. Su nonsense contraría la lógica vigente y señala lo que se le escapa a la física del espacio y del tiempo, a la química de las soluciones, a la fisiología de los organismos. Así encontramos la excentricidad del deseo en las transformaciones de la anatomía de Alicia: crecer y achicarse, estirarse y encogerse, entrar y salir, verificando, como bien dice Lacan, "no se puede pasar por una puerta que no sea de su tamaño". [3] También el espacio y el tiempo se vuelven insólitos en los movimientos inéditos de correr para no obstante encontrarse siempre en el mismo lugar, caminar en sentido opuesto para aproximarse. Y también una bioquímica loca con la ingestión de pociones y hongos de efectos inesperados. A cada instante una sorpresa que contraría las leyes, cada vez un tiempo medido por la "absoluta alteridad de la preocupación del pasante". [4] Pocas décadas después, el psicoanálisis, éste si, vino a hablar del sexo y a conceptuarlo justamente como el que huye al encuadramiento establecido. Partió de la noción de desvío y amplió la sexualidad a lo excéntrico del cuerpo, distinguiéndolo así del organismo. Al tratar abiertamente el sexo como aberración, se contribuyó mucho a abrir vías a un discurso sobre el sexo y lo erótico, tanto en el campo de la ciencia como en la producción de nuevas condiciones subjetivas de creación en las artes. Mas, aunque el sexo haya alcanzado nuevo status en el discurso que hizo avanzar una supuesta liberación de costumbres, no se alcanzó una formalización lógica sobre lo que es el sexo, ni por la aspiración científica del psicoanálisis, ni por otras iniciativas. Freud no se "economizó" en esta búsqueda. Desde que vislumbró el sexo como una falta de significante, concentró esfuerzos en la construcción de una lógica del sexo, una lógica Otra, escrita por la trasgresión del silencio, por el revés de los dictados, por el sexo como reprimido. Desde que se tuvo el vislumbre del sexo como una falta de significante, concentró esfuerzos en la construcción de una lógica del sexo, una lógica Otra, escrita por la trasgresión del silencio, por el revés de los dictados, por el sexo como recalcado Trató eso desde Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad [5] hasta Edipo y la roca de la castración. Y fue, además, atribuyendo la causa que afecta el cuerpo y cuyo efecto es un querer saber, una epistemiofilia, a lo que no se nombra –o sea, el sexo provoca el nacimiento de la dupla cognoscente/cognoscible, sujeto/objeto, y provoca la búsqueda del conocimiento y nombramiento según una ética del deseo y una estética del gozo. Freud intenta, por lo tanto, no sólo encontrar la llave de la lógica del sexo, sino que también propone que el sexo sea, en sí mismo, la llave de todo el pensamiento lógico humano. Estas cuestiones no dejan de ser también las cuestiones vivas, tanto en la obra como en la vida, del Reverendo Charles L. Dodgson, amante de los puzzles y de las paradojas, de las fotos y de las niñas. No fueron pocos los análisis que su persona y obra suscitaron. Sin embargo, la mayor parte de ellos pretendió buscar la verdad de su texto recurriendo a referencias exteriores, produciendo así metalenguaje, sea en la historia del Oxford movement [6], en la disecación de su lenguaje escrita en analogías de campos semánticos [7] o en la exploración de la discrepancia entre el metódico profesor y la irreverencia creativa de Lewis Carroll [8]. Es curioso que quien escribe la introducción de las obras completas del autor, desconoce y lamenta la ausencia de investigación psicoanalítica y sugiere que se compare "avergonzadamente" [9] la identidad del inmortal Lewis Carroll con la del Reverendo. Es exactamente esto lo que se encuentra en los análisis psicológicos o de inspiración psicoanalítica [10] que producen innumerables comparaciones entre el Reverendo y el escritor, confrontando el uno con el otro, examinando las inversiones, evaluando el revés de la seriedad de uno en la locura del otro. Así como Carroll escribía al revés para que sus amiguitas leyeran su escrito reflejado en el espejo, muchos análisis de su identidad especularon, desdoblaron e invirtieron el hombre y el autor, el lógico y el escritor. Lacan nos advierte que si fuera para considerar que el psicoanálisis pueda dar cuenta mejor de los efectos de la obra de Lewis Carroll no se trata de ese que anda por ahí. Para Lacan, Lewis Carroll, por medio de su obra, ilustra y demuestra muchas verdades, sin embargo, cuando se considera el tratamiento que el psicoanálisis le da a la verdad, la historia sólo vale por su dimensión de estructura. [11] El carácter irreductible al metalenguaje, característico de la escritura de Lewis Carroll, es lo que justamente nos gustaría valorizar. Es ahí donde reside el sexo en su escritura. Lacan, en su primer enseñanza, llega a decir que si tuviera que aconsejar un libro de introducción para los psicoanalistas de niños, además de cualquiera de los libros de Piaget, él aconsejaría Alicia en el País de las Maravillas porque en ese libro se capta el fundamento de la experiencia de los niños con los juegos de lenguaje y principalmente el valor y la incidencia de falta de sentido que eso implica. [12] O sea, lo real en juego, el sexo como fuera-de-sentido. Lo real que desafía toda la lógica como la sonrisa del gato, la locura de la liebre de marzo, la tiranía sin ley de la reina de copas, la presteza del conejo. O sea, un desafío a los límites del saber, al orden de las cosas y, para inicio de conversación, la más universal de ellas: el orden del lenguaje y del juego significante. |
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lunes, 23 de noviembre de 2015
Alicia en el País de las Maravillas ( versiones). El psicoanalisis y Alicia por Heloisa Caldas, miembro de la Escola Brasileira de Psicanálise (EBP) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis.
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