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jueves, 15 de septiembre de 2016

El arbol Rojo de Shaun Tan. Una niña QUE VAgA POR pAISAJES sin nombRE.




El árbol Rojo

Shaun Tan


A través de un texto breve y de unas ilustraciones muy intensas, el álbum narra con mucha sencillez la angustia de sentirse sólo, de ver que todo va mal, de notar que todo puede ser peor, de tener la sensación de no entender el mundo… hasta que algo inaudito te ayuda a ver las cosas de otro modo. Podríamos decir que El árbol rojo es su trabajo más conceptual y onírico. Como él mismo escribe en su página web: “desafiando nuevamente las convenciones habituales de los álbumes ilustrados, no tiene historia, casi no tiene texto, su contenido es sombrío y no tiene verdaderos personajes ni una continuidad inmediatamente clara. Sólo hay una chica infeliz sin nombre, que vaga por una serie de paisajes inconexos”. El álbum quiere transmitir, sobre todo, estados de ánimo y de ahí la importancia de lo onírico y del expresionismo en sus imágenes






Shaun Tan (1974) es un ilustrador y escritor australiano de libros para niños. En 2011 recibió el Premio Memorial Astrid Lindgren1 y el Premio Óscar2 al mejor cortometraje animado, por la adaptación de su obra La cosa perdida(The Lost Thing).




Entrevista (ficticia) con Shaun Tan a propósito de su libro, “El árbol rojo”


G&R: La primera edición de tu libro, “El árbol rojo”, se hizo en Australia, en 2001. La traducción al español la hicieron Carles Andreu y Albert Vitó, para Barbara Fiore Editora, en 2005. Cuéntanos un poco sobre el libro.
S.T.: “El Árbol Rojo” es una historia sin ningún tipo de narrativa en particular, una serie de distintos mundos fantásticos con imágenes independientes que invitan a los lectores a sacar su propio significado en ausencia de cualquier explicación escrita. Como concepto, el libro está inspirado en el impulso que tienen niños y adultos por igual para describir sentimientos usando como metáfora los monstruos, las tormentas, el sol, el arco iris y así sucesivamente. Más allá del tópico, he buscado ilustraciones que puedan seguir explorando las posibilidades expresivas de este tipo de imaginación compartida, que podría ser a la vez extraño y familiar.
G&R: No estoy muy de acuerdo con eso de que no haya una historia. De algún modo, el libro cumple con los preceptos clásicos de presentación, desarrollo, nudo y desenlace. E incluso se puede leer pensando en que en la trama hay un obstáculo a vencer por parte de la protagonista. Obstáculo que al final se resuelve.  ¿O te inclinas a pensar que esa protagonista, la niña, no es en sí un personaje, sino más bien una alegoría?
S.T.: Una niña sin nombre aparece en cada imagen, es un sustituto de nosotros mismos, ella pasa sin ninguna ayuda a través de muchos momentos oscuros, pero finalmente encuentra algo esperanzador al final de su viaje. “El Arbol Rojo” empezó como una narrativa experimental más que cualquier otra cosa: la idea de un libro sin historia.


G&R: Sí, no dudo que sea una narrativa experimental, y que las imágenes, cada una por su lado, cuenten una situación, pero insisto en que hay un hilo narrativo que une esas imágenes, una progresión narrativa hasta llegar al desenlace. Uno va leyendo el libro y se encuentra a cada paso con una situación más y más desesperanzada. Todo está resuelto muy bien en las ilustraciones, que son muy potentes en la dirección de transmitir sentimientos, con una factura en óleo y acrílico sobre papel impecable. Pero sigo pensando en que el texto nos conduce hacia un final, hacia la resolución o no de un conflicto. El texto no está descuidado en ese sentido. Y si bien son líneas muy simples, juegan como una fuerza de arrastre en la dirección de afirmar un relato unitario y significativo.
S.T.: Estoy cada vez más convencido de que la ilustración es una poderosa vía de expresión de sentimientos, tanto como las ideas, en parte porque está fuera del lenguaje verbal, y muchas emociones son difícil de expresar con palabras. Pensé que podría ser interesante crear un álbum ilustrado que tratase sobre las emociones, sin encuadrarlas en ningún contexto argumental, en cierto sentido va “directo a la fuente”.
G&R: Entiendo que quieras darle más peso a las imágenes. Está bien. Es tu arte. Evidentemente prefieres narrar con imágenes. Y tienes muy buenos resultados, obviamente. Pero incluso ahí, en el hecho de que en todas las ilustraciones, por más disímiles que sean, aparezca la niña, eso ya nos indica la presencia de un protagonista y, por ende, del curso de una acción.
S.T.: Lo que resultó después de muchos garabatos fue una serie de paisajes imaginarios sólo conectados por un mínimo hilo de texto y la silenciosa figura de la niña en el centro de cada uno, con los que el lector es invitado a identificarse. Al principio ella se despierta encontrando hojas ennegrecidas  cayendo desde el techo de su dormitorio, amenazando con acabar con su silencio. La niña camina por la calle, eclipsada por la sombra de una gran pez que flota sobre ella. Se imagina a sí misma atrapada en una botella lavada en una orilla olvidada, o perdida en un paisaje extraño. Es capturada en una pequeña embarcación por buques a punto de chocar, y después de repente está en un escenario ante un misterioso público, sin saber qué hacer.: Algo así como si toda esperanza estuviera perdida, la niña vuelve a su dormitorio y encuentra una pequeña plantita roja creciendo en el centro del suelo. La plantita crece rápidamente convirtiéndose en un árbol rojo que llena su habitación de una cálida luz.


G&R: Me llama la atención que no menciones la tapa del libro. Y es que desde ahí ya se comienza a trabajar para ese final. La niña está en un barco de papel que flota sobre el agua. El papel tiene texto escrito. La niña, con los ojos entrecerrados, adivina la presencia de una hoja roja en la sombra que el barco arroja sobre el cauce de agua. El agua es símbolo de vida. El color rojo es símbolo de vida. Navegar es símbolo de vida. La grafía sobre el papel es símbolo de una vida narrada. La niña, desde la tapa, está imaginando que puede vivir más allá de todos los obstáculos que el mundo le interponga. Todo eso lo transmite la imagen, sí. Pero al interpretarla, así como leo e interpreto libremente las imágenes interiores, me logro conmover.
S.T.: Cada imagen está abierta a varias interpretaciones por la ausencia de una descripción que las acompañe. Cada “mínima” historia nos recuerda que así como los malos sentimientos son inevitables, siempre pueden ser atemperados por la esperanza.
G&R: Tal cual. Eso está muy bien logrado en este libro. Hay un trabajo sobre lo que tu llamas “malos sentimientos” muy cuidado. ¿Trabajaste intensamente en esa dirección?
S.T.: En su origen, estaba planeando hacer ilustraciones sobre los tipos de emociones: miedo, alegría, tristeza, asombro y así sucesivamente.  Pero cuanto más trabajaba en ello, cuanto más encontraba emociones negativas (sobre todo sentimientos de soledad y depresión) eran mucho más interesantes desde un punto tanto personal como artístico. No es que sea una persona infeliz, es sólo que esas ideas parecen ser en última instancia las que provocan mayor reflexión.
G&R: Está claro eso. Ubicarse en la línea de la melancolía es, indefectiblemente, ubicarse en un plano en el que uno debe enfrentar reflexivamente su lugar en el mundo: lugar que siempre aparece como amenazado, como listo a desaparecer. Soy de los que piensa que en la literatura infantil no todo tiene por qué ser diversión y risa fácil, así que, desde ya, tienes en mí a un admirador de tu obra. ¿Te ha generado problemas ubicarte en esa perspectiva melancólica?
S.T.: Los lectores me han preguntado a veces por qué mi imaginario es a menudo tan oscuro, y pienso que es por eso. Estoy más atraído por aquellas cosas que no son siempre las correctas, como la injusticia social y ecológica de “Los Conejos”, o la apatía social en “La Cosa Perdida”, o algunas ideas  sobre la auto-destrucción en “The viewer”. Encuentro estos temas artísticamente atractivos, quizás porque están sin resolver, como un puzzle.
G&R: Por cierto, tampoco hay que pensar que un niño no pueda regocijarse ante las incertidumbres que arrojan tus ilustraciones. El arte, cuando surge del desgarro interior y la reflexión profunda sobre lo incierto de la vida, tiene ese efecto removedor que puede tocar fibras de sensibilidad y hacerlas resonar hondo, sin importar la edad de quién recibe el impacto. No creo, además, que tu libro sólo tenga un carácter melancólico, vale decir, no creo que tu trabajo aquí se quede nada más que en ese aspecto.
S.T.: Al mismo tiempo, disfruto de hacer un trabajo festivo (“El Árbol Rojo” lo es en última  instancia) pero cualquier significado aparente está siempre rodeado de incertidumbre. El árbol rojo puede florecer, pero también se morirá, de modo que nada es absoluto o definitivo; tiene que haber un reflejo fiel de la vida real, como algo que está continuamente en busca de una resolución”.
G&R: Te agradecemos mucho la entrevista. Y vamos a aclarar a los lectores que así como el árbol rojo puede no florecer, esta entrevista puede no haber sucedido nunca, puede ser el reflejo del mero deseo de dialogar con el autor luego de leer y releer varias veces su libro. Y sí, en efecto, G&R no entrevistó a Shaun Tan. Transcribimos aquí, al modo de respuestas a nuestras preguntas e ideas, el texto publicado en el blog Trazos de tinta, que se tomó el trabajo de traducir las opiniones que sobre el libro vertió el autor en su página web. Pero en nuestra imaginación, en nuestro deseo, en nuestra ilusión, este diálogo es muy real. Gracias, Shaun Tan. Gracias también a Ana Garralón (por la idea, que le copié descaradamente, de hacer entrevistas imaginarias así). Y un muy especial agradecimiento a Carola Martínez, de Donde viven los libros, que me obsequió un ejemplar de este formidable libro: “El árbol rojo”.


Este fragmento pertenece a 
https://machadolens.wordpress.com














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