Walter Benjamin utiliza la obra de Nikolai Leskov para anunciar una tesis: en el mundo moderno la narración ha muerto ante el progreso de la técnica y el horror humano. Para Benjamin la narración es un acto oral y colectivo. Ha muerto, porque los artefactos literarios como la novela son ahora de un consumo solitario y autónomo. La creación de sentido se da autor – lector sin involucrar necesariamente un proceso colectivo. Ha muerto, porque nuestra capacidad de comunicarnos ha menguado ante el horror y la tecnología -los soldados sobrevivientes de la guerra regresan mudos-.
En paralelo, nos da una lección literaria: el narrador tiene dos arquetipos fundamentales: el marino, que ha viajado y por ende tiene algo que contar; y el campesino, aquel que por quedarse puede perpetuar la tradición de su pueblo y su saber. En el mundo moderno -y sin por esto querer enfrentar al lector en un afán pesimista y de decadencia- ha sufrido una desvinculación contra estos dos patrones. La tecnología acerca -sin acercar- los viajes. La tradición oral está muerta. La noción de experiencia está en crisis.
Una causa de este fenómeno es palmaria: la cotización de la experiencia ha caído. Y da la impresión de que sigue cayendo en un sin fondo. Cualquier ojeada al periódico da pruebas de que ha alcanzado un nuevo nivel mínimo, de manera que no sólo la imagen del mundo exterior, sino también la imagen del mundo ético han sufrido, de la noche a la mañana, transformaciones que jamás se consideraron posibles. Con la Guerra Mundial comenzó a hacerse evidente un proceso que desde entonces no ha llegado a detenerse. ¿No se advirtió que la gente volvía enmudecida del campo de batalla? No más rica, sino más pobre en experiencia comunicable. Lo que diez años más tarde se derramó en la marea de los libros de guerra, era todo lo contrario de una experiencia que se transmite de boca en boca.
Benjamin toca otros temas (el misticismo al que se acercan los narradores, el interés práctico, latransformación de las formas épicas en información), pero si acaso el medular del ensayo sea el anterior.
—Por muy familiar que nos parezca el nombre no se nos
presenta en toda su incidencia viva. Es algo que de entrada está alejado
de nosotros y que continúa a alejarse aún más. Presentar a un Lesskow
como narrador, no significa acercarlo a nosotros. Más bien implica
acrecentar la distancia respecto a él. Considerado desde una cierta
lejanía, riman los rasgos gruesos y simples que conforman al narrador.
Mejor dicho, estos rasgos se hacen aparentes en él, de la misma manera
en que en una roca, la figura de una cabeza humana o de un cuerpo de
animal, se revelarían a un espectador, a condición de estar a una
distancia correcta y encontrar el ángulo visual adecuado. Dicha distancia
y ángulo visual están prescritos por una experiencia a la que casi
cotidianamente tenemos posibilidad de acceder. Es la misma experiencia
que nos dice que el arte de la narración está tocando a su fin. Es cada
vez más raro encontrar a alguien capaz de narrar algo con probidad. Con
creciente frecuencia se asiste al embarazo extendiéndose por la tertulia
cuando se deja oír el deseo de escuchar una historia. Diríase que una
facultad que nos pareciera inalienable, la más segura entre las seguras,
nos está siendo retirada: la facultad de intercambiar experiencias.
Una causa de este fenómeno es inmediatamente aparente: la cotización
de la experiencia ha caído y parece seguir cayendo libremente al vacío.
Basta echar una mirada a un periódico para, corroborar que ha
alcanzado una nueva baja, que tanto la imagen del mundo exterior como
la del ético, sufrieron, de la noche a la mañana, transformaciones que
jamás se hubieran considerado posibles. Con la Guerra Mundial
comenzó a hacerse evidente un proceso que aún no se ha detenido. ¿No
se notó acaso que la gente volvía enmudecida del campo de batalla? En
lugar de retornar más ricos en experiencias comunicables, volvían
empobrecidos. Todo aquello que diez años más tarde se vertió en una
marea de libros de guerra, nada tenía que ver con experiencias que se
transmiten de boca en boca. Y eso no era sorprendente, pues jamás las
experiencias resultantes de la refutación de mentiras fundamentales,
significaron un castigo tan severo como el infligido a la estratégica por la
guerra de trincheras, a la económica por la inflación, a la corporal por la
batalla material, a la ética por los detentadores del poder. Una
generación que todavía había idoen tranvía tirado por
caballos, se encontró súbitamente a la intemperie, en un paisaje en que nada había quedado incambiado a excepción de las nubes. Entre ellas,
rodeado por un campo de fuerza de corrientes devastadoras y
explosiones, se encontraba el minúsculo y quebradizo cuerpo humano.
Walter Benjamin (Pseudónimo: Benedix Schönflies, Detlef Holz) (Berlín, 15 de julio de 1892 – Portbou, 27 de septiembre de 1940) fue un filósofo, crítico literario, crítico social, traductor, locutor de radio y ensayista alemán. Su pensamiento recoge elementos del Idealismo alemán o el Romanticismo, del materialismo histórico y del misticismojudío que le permiten hacer contribuciones perdurables e influyentes en la teoría estética y el Marxismo occidental. Su pensamiento se asocia con la Escuela de Frankfurt
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