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martes, 12 de enero de 2016

Autores mas que interesantes.Horacio Convertini



Mi “yo escritor”, como el de todos los escritores, se cree superior al “yo periodista”, al “yo marido”, al “yo lateral derecho” y al “yo estandapero”, pero gil no es y sabe quién llena la heladera.
–¿Cómo conviven en vos el periodista y el escritor?
–Hay una coexistencia pacífica determinada por el interés: el “yo periodista” mantiene al “yo escritor”. Cada vez que hay que pagar la tarjeta de crédito, las murmuraciones del “yo escritor” sobre el tiempo que cede todos los días y el burn out que recibe a cambio, desaparecen al toque. Porque mi “yo escritor”, como el de todos los escritores, se cree superior al “yo periodista”, al “yo marido”, al “yo lateral derecho” y al “yo estandapero”, pero gil no es y sabe quién llena la heladera.
–¿Cuál es la mejor enseñanza del periodista al escritor, y viceversa?
–El periodista le enseña al escritor a no tenerle miedo a la página en blanco. Como dice John Connolly, una página escrita más o menos es mejor que la página en blanco. Escribir, al fin de cuentas, es reescribir. Y aunque el “yo escritor” se crea muy importante, todavía no le aportó demasiado al “yo periodista”.
–¿Qué importancia tienen para vos los talleres literarios?
–Vos no estarías haciéndome esta nota si un compañero de redacción no me hubiera dado un volante que anunciaba un taller literario de Pablo Ramos. Ramos me prendió las turbinas. Hasta ese momento, mediados de 2006, tenía un puñado de cuentos que nadie había leído y un miedo padre. Ramos es una mezcla de Bilardo y Menotti: te entrena en el rigor y a la vez te suelta las palomas. Recomiendo los talleres con buenos maestros. ¿Quién es un buen maestro? El que te ayuda a encontrar tu propia voz, el que no es concesivo, el que te hace sacarle chispas a tu texto. A veces me preguntan si doy talleres literarios y mi respuesta es: “No doy, los tomo”. Ahora voy al de Selva Almada y Julián López, dos cracks como escritores y maestros, con los que estoy trabajando mi nueva novela. ¿Los talleres les sirven a todos? No sé. Sólo sé que hay que huir de los que se vuelven una excusa para comer pizza o levantarse minas.
–¿Qué importancia le das a los premios? ¿En qué grado te motivan o te condicionan?
–Los premios me dieron un empujón fundamental en la autoestima, además de algo de dinero y algún que otro viaje. Pero por sobre todo me permitieron quebrar la lógica refractaria del mercado editorial, tan propenso siempre a rechazar a los autores desconocidos. Dejé de ser inédito en 2008 gracias a un concurso del Fondo Nacional de las Artes y, a partir de ahí, gran parte de mis libros fueron publicados por la vía de los premios literarios. Y que juzgue (bien) tu trabajo un tipo como Abelardo Castillo tampoco es poca cosa. Los concursos fueron un gran incentivo en aquel arranque furioso. Una forma de probarme. Hoy no.
–¿Es la misma cabeza la que tenés que tener para escribir para chicos que para grandes? 
–Es la misma cabeza y los mismos recursos narrativos, sólo que en la literatura infantil tengo en cuenta más la transmisión de valores (la amistad, la solidaridad, de alguna manera el sentido del bien) y evito mi tendencia natural a la sordidez y a la violencia. Aunque en El misterio de los mutilados, la novela juvenil que publiqué el año pasado, menos sexo y malas palabras hay de todo: tortura, ambición, locura, persecuciones. Puedo trabajar un proyecto “para adultos” simultáneamente a uno infantil, pero les encuentro días o momentos exclusivos.
–¿Qué te dijeron los pibes del barrio cuando leyeron “New Pompey”?
–Mis amigos están como “buscando a Wally”. Quieren saber qué es cierto y qué no. Reconocen paisajes y momentos de nuestra adolescencia, y tienden a pensar que algunos de los hechos que cuento sucedieron realmente. Es más: uno de ellos, el Rusito, dijo que se acordaba de Romitroski, el excajero del Banco Alas devenido jugador compulsivo, un personaje absolutamente inventado. En cuanto a la opresión, es mía e intransferible. Aunque sé que algunos de ellos la comparten.
–¿Dudás de tu pasión por la escritura en algún momento? 
–No dudo nunca de mi pasión, tal vez sí de mis condiciones. A veces me creo Messi (pocas) y otras (bastante más de las que desearía), el cuatro suplente de Flandria. Cuando encuentro mi punto de equilibrio, me siento Buffarini y soy feliz.
Perfil: Horacio Convertini (Buenos Aires, 1961) es considerado uno de los autores más potentes de la nueva literatura negra argentina. Recibió premios como el Internacional de Novela Negra y Policial Azabache, el Memorial Silverio Cañadas 2013 por La soledad del mal, y ganó el Concurso de Novela Negra Extremo Negro-BAN! con El último milagro. En septiembre será uno de los invitados al ciclo Córdoba Mata en la Feria del Libro de Córdoba. Acaba de publicar su última novela, New Pompey (Del Nuevo Extremo). 
New Pompey
Horacio Convertini
Del Nuevo Extremo
160 páginas
Sinopsis: Cali vuelve cansado a la casita de los viejos: vacía, en una Pompeya tan pobre y tan casi apocalíptica como buena parte del sur de la ciudad, en donde la niebla del Riachuelo sólo puede asociarse con la radiactividad y la peste. En el barrio del que huyó o lo expulsaron -y el despliegue de la relación entre estos términos es uno de los aciertos de esta novela- por puto, solo, casi sin recursos y a merced de la sombra del padre, Cali se encontrará bailando un tango de dos que es también un duelo: como en los orígenes del género porteño, la danza será entre machos y la distancia entre el abrazo y la cuchillada, escasa.

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