Sonata a Kreutzer – Lev N. Tolstói
“Sonata a Kreutzer” es una obra de una intensidad subyugadora, una de esas obras cuyo crescendo arrebata al lector, que se ve incapaz de abandonar la obra hasta no concluir su lectura. Enhebra además, junto a esa fuerza del argumento, una serie de razonamientos tan certeros que son un puntal fundamental para crear el asombro del lector: asombro ante lo que narra la obra, asombro ante unos razonamientos cuya lógica evidente permitimos que se oculte bajo los buenos modos de nuestra vida ‘civilizada’.
En esta brevísima novela, Lev Tolstói nos relata la historia de Pózdnyshev, un hombre que se casa enamorado y dispuesto a llevar una vida de tranquila felicidad doméstica. Pero las dulzuras de la luna de miel pronto dejan paso a la rudeza de la vida cotidiana, cuando el amor se quita la máscara y queda la descarnada realidad. Cuando por último entran en escena los celos, el final trágico se precipita: Pózdnyshev quitará la vida a su mujer.
El protagonista es consciente de que lo que ha hecho está mal y la idea del cuerpo de su esposa, inerte sólo por su causa, le llena de horror. No obstante, comprende que sus actos han sido el fruto de una serie de hechos y convenciones de las que él no ha tenido la energía suficiente para escapar.
La primera parte de la novela, en la que el protagonista se dedica a narrar sus reflexiones acerca de lo que suponen las relaciones entre hombres y mujeres, es magistral. Tolstói se sirve de un personaje que ha tocado fondo, un asesino, para poner en su boca pensamientos que nadie más podría expresar sin causar escándalo y que sin embargo, están llenos de razón.
Pózdnyshev no se engaña y considera que un único sentimiento preside las relaciones entre hombres y mujeres: el deseo sexual. Un deseo primigenio, esencia misma del ser humano, pero que éste ha tenido que disfrazar bajo la palabra ‘amor’, para no tener que reconocer ante sí mismo que, al menos en ese aspecto, muy poco le diferencia del resto de los animales.
Al hombre se le educa además desde su primera juventud para que satisfaga esa pasión y se le enseña a mirar a la mujer como vehículo para la obtención de un placer que, además, es saludable. El hombre no es capaz de contemplar a la mujer como una compañera, mucho menos como a una igual: la mujer es simplemente un objeto de placer. A algunas se las puede conseguir de una manera sencilla; para conseguir a otras, y por un convencionalismo social, es necesario pasar por el trámite del matrimonio.
La mujer, por su parte, debe convertirse en una simple mercadería y lograr convencer a algún hombre de que pague el precio (el matrimonio) para poder disfrutar con ella de los placeres sensuales; además de abrirle a ella a su vez la puerta a esos placeres que de otra manera le están vedados. Pózdnyshev, de regreso del infierno tras matar a su esposa, se rebela contra una sociedad que bendice unas relaciones desiguales.
El hombre humilla a la mujer cada vez que la contempla como un objeto destinado sólo a su placer. E inevitablemente, la contempla así siempre, porque eso le dictan sus instintos y eso aplaude la sociedad. El hombre precisa satisfacer su sensualidad siempre, y eso le lleva a ser el único animal que no respeta los periodos de gestación o lactancia de su compañera: no aprecia el milagroso esfuerzo de dar vida a un nuevo ser, sino que sigue buscándola para su solaz. Siendo esto así, jamás podrá darse una relación de igualdad entre hombres y mujeres.
La segunda parte de la novela, en la que el protagonista abandona las reflexiones generales sobre las relaciones entre hombres y mujeres, para centrarse en los detalles de su infeliz vida matrimonial, donde los momentos de deseo acabaron por no poder encubrir el odio que se había ido desarrollando entre los cónyuges, es menos interesante. A pesar del final dramático, de la tensión creciente que conduce a él, tiene menos capacidad de apelar al lector.
Una reflexión apunta, no obstante, entre el relato de los acontecimientos. Y es que la esposa de Pózdnyshev, hermosa, liberada por los médicos del peligro de la maternidad, vuelve a ser un bocado apetecible, no sólo para su esposo. La idea de que pueda gozar de placeres sensuales con otro, liberada del temor de engendrar un hijo fuera del matrimonio, enerva a un marido que, por una vez, teme a una mujer dueña de su sexualidad.
En resumen, una obra que invita a reflexionar sobre el papel de la sexualidad en las relaciones entre hombres y mujeres, enseñándonos que, en algunos sentidos, poco han cambiado a pesar del paso del tiempo.
( 1902)
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