Si dentro de cada gran escritor se esconde un gran lector, Jorge Luis Borges es un ejemplo claro (no en vano aseguraba que, si de algo se enorgullecía, era de los libros que había leído). Era, además, un consumidor ecléctico y libre, que no se guiaba por pretensiones intelectuales (se atrevía a despreciar a Goethe, James Joyce o Gabriel García Márquez) sino simple y llanamente por el gozo de leer. Por eso, uno no puede menos que confiar en su criterio.
Y los de la editorial Hyspaméria debían de tenerlo también muy claro cuando le pidieron, allá por 1985, que seleccionase 100 títulos de lectura imprescindible, y que escribiera el prólogo de cada uno de ellos. Solo le dio tiempo a elegir 61 libros antes de morir, pero fueron todos publicados en una colección llamada “Biblioteca personal”.
Es también famoso (y bellísimo) el prólogo a la colección, que dice lo siguiente:
“A lo largo del tiempo, nuestra memoria va formando una biblioteca dispar, hecha de libros, o de páginas, cuya lectura fue una dicha para nosotros y que nos gustaría compartir. Los textos de esa íntima biblioteca no son forzosamente famosos. La razón es clara. Los profesores, que son quienes dispensan la fama, se interesan menos en la belleza que a los vaivenes y en las fechas de la literatura y en el prolijo análisis de libros que se han escrito para ese análisis, no para el goce del lector.
La serie que prologo y que ya entreveo quiere dar ese goce. No elegiré los títulos en función de mis hábitos literarios, de una determinada tradición, de una determinada escuela, de tal país o de tal época. “Que otros se jacten de los libros que les ha sido dado escribir; yo me jacto de aquellos que me fue dado leer”, dije alguna vez. No sé si soy un
buen escritor; creo ser un excelente lector o, en todo caso, un sensible y agradecido lector. Deseo que esta biblioteca sea tan diversa como la no saciada curiosidad que me ha inducido, y sigue induciéndome, a la exploración de tantos lenguajes y de tantas literaturas. Sé que la novela no es menos artificial que la alegoría o la ópera, pero incluiré novelas porque también ellas entraron en mi vida. Esta serie de libros heterogéneos es, lo repito, una biblioteca de preferencias.
buen escritor; creo ser un excelente lector o, en todo caso, un sensible y agradecido lector. Deseo que esta biblioteca sea tan diversa como la no saciada curiosidad que me ha inducido, y sigue induciéndome, a la exploración de tantos lenguajes y de tantas literaturas. Sé que la novela no es menos artificial que la alegoría o la ópera, pero incluiré novelas porque también ellas entraron en mi vida. Esta serie de libros heterogéneos es, lo repito, una biblioteca de preferencias.
María Kodama y yo hemos errado por el globo de la tierra y del agua. Hemos llegado a Texas y al Japón, a Ginebra, a Tebas, y, ahora, para juntar los textos que fueron esenciales para nosotros, recorreremos las galerías y los palacios de la memoria, como San Agustín escribió.
Un libro es una cosa entre las cosas, un volumen perdido entre los volúmenes que pueblan el indiferente universo, hasta que da con su lector, con el hombre destinado a sus símbolos. Ocurre entonces la emoción, singular llamada belleza, ese misterio hermoso que no descifran ni la psicología ni la retórica. “La rosa es sin porqué”, dijo Ángelus Silesius; siglos después, Whistler declararía “El arte sucede”.
Ojalá seas el lector que este libro aguardaba”.
- Julio Cortázar: Cuentos
- Evangelios apócrifos
- Franz Kafka: América. Relatos breves
- Gilbert Keith Chesterton: La cruz azul y otros cuentos.
- Maurice Maeterlinck: La inteligencia de las flores
- Dino Buzzati: El desierto de los tártaros
- Henrik Ibsen: Peer Gynt. Hedda Glaber
- José María Eça de Queiroz: El mandarín
- Leopoldo Lugones: El imperio jesuítico
- André Gide: Los monederos falsos
- Herbert George Wells: La máquina del tiempo. El hombre invisible
- Robert Graves: Los mitos griegos
- Fiodor Dostoievski: Los demonios
- Edward Kasner & James Newman: Matemáticas e imaginación
- Eugene O’Neill: El gran dios Brown. Extraño interludio.
- Herman Melville: Benito Cereno. Billy Budd. Bartleby, el escribiente
- Giovanni Papini: Lo trágico cotidiano. El piloto ciego. Palabras y sangre
- Arthur Machen: Los tres impostores
- Fray Luis de León: Cantar de cantares. Exposición del Libro de Job
- Joseph Conrad: El corazón de las tinieblas. Con la soga al cuello
- Oscar Wilde: Ensayos y diálogos
- Henri Michaux: Un bárbaro en Asia
- Hermann Hesse: El juego de los abalorios
- Enoch A. Bennett: Enterrado en vida
- Claudio Eliano: Historia de los animales
- Thorstein Veblen: Teoría de la clase ociosa
- Gustave Flaubert: Las tentaciones de San Antonio
- Marco Polo: La descripción del mundo
- Marcel Schwob: Vidas imaginarias
- George Bernard Shaw: César y Cleopatra. La comandante Bárbara. Cándida
- Francisco Quevedo: La Fortuna con seso y la hora de todos. Marco Bruto
- Eden Phillpotts: Los rojos Redmayne
- Sóren Kierkegaard: Temor y temblor
- Gustav Meyrink: El Golem
- Henry James: La lección del maestro. La vida privada. La figura en la alfombra
- Heródoto: Los nueve libros de la Historia
- Juan Rulfo: Pedro Páramo
- Rudyard Kipling: Relatos
- Daniel Defoe: Moll Flanders .
- Jean Cocteau: El secreto profesional y otros textos
- Thomas de Quincey: Los últimos días de Emmanuel Kant y otros escritos
- Ramón Gómez de la Serna: Prólogo a la obra de Silverio Lanza
- Selección de Antoine Galland: Las mil y una noches
- Robert Louis Stevenson: Las nuevas noches árabes.
- León Bloy: La salvación por los judíos. La sangre del pobre. En tinieblas
- Poema de Gilgamesh.
- Bhagavad-Gita
- Juan José Arreola: Cuentos fantásticos
- David Garnett: De dama a zorro. Un hombre en el zoológico. La vuelta del marinero
- Jonathan Swíft: Viajes de Gulliver
- Paul Groussac: Crítica literaria
- Manuel Mujica Láinez: Los ídolos
- Juan Ruiz: Libro de buen amor
- William Blake: Poesía completa
- Hugh Walpole: En la plaza oscura
- Ezequiel Martínez Estrada: Obra poética
- Edgar Allan Poe: Cuentos
- Publio Virgilio Marón: La Eneida
- Voltaire: Cuentos
- J. W Dunne: Un experimento con el tiempo
- Attilio Momigliano.: Ensayo sobre el Orlando Furioso.
- William James: Las variedades de la experiencia religiosa. Estudio sobre la naturaleza humana
- Snorri Sturiuson: Saga de Egil Skallagrimsson
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