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jueves, 30 de junio de 2016
La verdad oculta sobre un liBRO DE LOVERCRAFT.
El Necronomicón (en griego Nεκρονομικόv) es un grimorio (libro mágico) ficticio ideado por el escritor estadounidense H. P. Lovecraft (1890-1937), uno de los maestros de la literatura de terror y ciencia ficción. Es mencionado por primera vez en el cuento The hound (El sabueso, 1922). Su presunto autor fue el «árabe loco» Abdul Alhazred, cuyo nombre figura en The nameless city (La ciudad sin nombre, 1921).
El libro es, asimismo, mencionado por otros autores del círculo lovecraftiano, como August Derleth o Clark Ashton Smith. Desde entonces, el libro ficticio ha inspirado la publicación de diversas obras de igual título.
La etimología de Necronomicón es más transparente de lo que suele creerse. Aunque la forma no está testimoniada en griego antiguo, se trata de una construcción análoga a adjetivos comunes comoἀστρονομικός (astronómico), o οἰκονομικός (económico). Estos adjetivos están formados por tres elementos: Un lexema (ἀστρο-, οἰκο-, νεκρο-) + el lexema νόμος ('ley, administración') + el sufijo -ικος, sin significado, que sirve para formar adjetivos. Así pues, astronómico significa etimológicamente «relativo a la ley u ordenación de los astros»; el neologismo necronómico sería «relativo a la ley (o las leyes) de los muertos».
Cuando estos adjetivos se ponen en neutro singular (ἀστρονομικόν) o plural (ἀστρονομικά), adquieren un valor genérico: en el ejemplo, «lo relativo a los astros», «las cosas relativas a la ordenación de los astros».Necronomicón, neutro singular, es por tanto «(el libro que contiene) lo relativo a la(s) ley(es) de los muertos», del mismo modo que el Astronomicon del poeta latino Marco Manilio (s. I d. C.) es un tratado sobre los astros.
En una carta de 1937 dirigida a Harry O. Fischer, Lovecraft revela que el título del libro se le ocurrió durante un sueño.1 Una vez despierto, hizo su propia interpretación de la etimología: a su juicio, significaba «Imagen de la Ley de los Muertos», pues en el último elemento (-icon) quiso ver la palabra griega εἰκών (latín icon), «imagen».2
Descripción
Según H.P. Lovecraft, el Necronomicón es un libro de saberes arcanos y magia ritual cuya lectura provoca la locura y la muerte. Pueden hallarse en él fórmulas olvidadas que permiten contactar con unas entidadessobrenaturales de un inmenso poder, los Antiguos, y despertarlas de su letargo para que se apoderen del mundo, que ya una vez fue suyo.
Se supone que está dividido en cuatro libros:
Libro | Capítulos | Descripción |
Cuenta las grandezas de los Primigenios y sus legiones; y el esplendor de los dioses. | ||
Habla sobre lo acontecido en el año de la muerte y el temido Nyarlathotep y Cthulhu. | ||
Narra acerca de la magia, de sus rituales, y secretos. | ||
Aquí se describe lo escrito en el Libro del Destino, que anuncia lo que sucederá en la sagrada Orden. |
Quizás la cita más famosa del Necronomicón en la narrativa de Lovecraft sea esta:
«Que no está muerto lo que yace eternamente, y con los eones extraños incluso la muerte puede morir».
El Necronomicón aparece en gran parte de los escritos de Lovecraft, que cita también otros libros de magia, como De Vermis Mysteriis (en latín, «Sobre los misterios del gusano») y Le culte des goules (que enfrancés quiere decir «El culto de los gules»), atribuido al Conde D'Erlette (un guiño a August Derleth, miembro del «Círculo de Lovecraft»). Otros de los libros, reales o no, que aparecen en las ficciones de Lovecraft son los fragmentos o manuscritos Pnakóticos; Image du Monde, de Gauthier de Metz y El gran dios Pan, de Arthur Machen.
Orígenes
En 1927, Lovecraft escribió una breve nota sobre la autoría del Necronomicón y la historia de sus traducciones, que fue publicada en 1938, tras su muerte, como Una historia del Necronomicón.3
Según esta obra, el libro fue escrito con el título de Kitab Al-Azif (en árabe: «El rumor de los insectos por la noche», rumor que en el folclore arábigo se atribuye a demonios como los djins y gules) alrededor del año730 d.C. por el poeta árabe Abdul Al-Hazred (cuyo nombre original podría haber sido Abdala Zahr-ad-Din, o Siervo-de-Dios-Flor-de-la-Fe), de Saná (Yemen). Se dice que Alhazred murió a plena luz del día devorado por una bestia invisible delante de numerosos testigos, o que fue arrastrado por un remolino hacia el cielo.
Lovecraft abunda en datos para hacer verosímil la existencia del libro. Por ejemplo, cita como uno de sus compiladores a Ibn Khallikan, erudito iraní o árabe que existió realmente.
También cuenta que hacia el año 950 fue traducido al griego por Theodorus Philetas y adoptó el título actual griego, Necronomicón. Tuvo una rápida difusión entre los filósofos y hombres de ciencia de la Baja Edad Media. Sin embargo, los horrendos sucesos que se producían en torno al libro hicieron que la Iglesia católica lo condenara en el año 1050. En el año 1228 Olaus Wormius tradujo el libro al latín, en la que es la versión más famosa, pues (siempre según la ficción lovecraftiana) aún quedan algunos ejemplares de ella, mientras que los originales árabe y griego se creen perdidos.3
A pesar de la persecución, según Lovecraft se realizaron distintas impresiones en España y Alemania durante el siglo XVII. Supuestamente, se conservarían cuatro copias completas: una en la biblioteca Widener de la Universidad de Harvard, dentro de una caja fuerte; una copia del siglo XV, en la Biblioteca Nacional de París; otra en la Universidad de Miskatonic en Arkham (EE.UU.) y otra en la Universidad de Buenos Aires.
Ficción verosímil
Sobre el carácter ficticio del libro, Lovecraft escribió lo siguiente:
Ahora bien, sobre «los libros terribles y prohibidos», me fuerzan a decir que la mayoría de ellos son puramente imaginarios. Nunca existió ningún Abdul Alhazred o el Necronomicón, porque inventé estos nombres yo mismo. Luwdig Prinn fue ideado por Robert Bloch y su De Vermis Mysteriis, mientras que el Libro de Eibon es una invención de Clark Ashton Smith. Robert E. Howard debe responder de Friedrich von Junzt y suUnaussprechlichen Kulten.... En cuanto a libros escritos en serio sobre temas oscuros, ocultos, y sobrenaturales, en realidad no son muchos. Esto se debe a que es más divertido inventar trabajos míticos como elNecronomicón y el Libro de Eibon.1
De hecho, el famoso árabe loco Abdul Alhazred no es más que un apodo que él mismo se puso en la infancia, inspirado en la reciente lectura de Las mil y una noches (Alhazred = all has read, el que lo ha leído todo).
Lovecraft logró hacer un excelente engaño al aportar datos respecto al Necronomicón. Por ejemplo, señalaba que quedaban muy pocos ejemplares de tal libro "prohibido" y "peligroso". En el cuento El horror de Dunwich se ubican ejemplares en la Universidad de Buenos Aires, en la Biblioteca de Widener de Harvard, la Biblioteca Nacional de París, en el Museo Británico y en la inexistente Universidad de Miskatonic en la ciudad de Arkham (que aparece repetidamente en los cuentos de Lovecraft). Tanto es así que muchos creen efectivamente en la existencia de tal libro y se han dado casos de sujetos estafados al comprar los supuestos "originales" del Necronomicón.
Sin lugar a dudas, este libro tiene la fama de dar pie a las más grandes confusiones. Se pueden encontrar páginas en internet que pretenden develar sus misterios y hasta lugares donde se ofrece a la venta. Es frecuente que se cometan estafas, ofreciendo "ejemplares del Necronomicón" y réplicas de grimorios medievales.
August Derleth cuenta en su artículo «The Making of a Hoax» cómo en la publicación Antiquarian Bookman aparece un anuncio, en 1962, que dice:
Alhazred, Abdul. Necronomicón, España 1647. Encuadernado en piel algo arañada descolorida, por lo demás buen estado. Numerosísimos grabaditos madera signos y símbolos místicos. Parece tratado (en latín) de Magia Ceremonial. Ex libris. Sello en guardas indica procede de Biblioteca Universidad Miskatonic. Mejor postor.
En el mismo artículo se cuenta que una vez un estudiante gastó la broma de incluir su ficha en el registro de la Biblioteca General de la Universidad de California, en la sección BL 430, dedicada a las religiones primitivas.4 Así, el Necronomicón fue pedido insistentemente, incluso por profesores. Se dice que Jorge Luis Borges creó una ficha sobre el mismo en la Biblioteca Nacional de Argentina[cita requerida], así como que en el catálogo de la Biblioteca de Santander (España) aparecía también una versión latina del libro.
Numerosos escritores y artistas han intentado hacer realidad esta ficción, con lo que se han publicado muchos libros con este título. Normalmente se procura mantener el misterio y en el mismo libro no se incluyen aclaraciones explicando que es falso. Algunos de estos necronomicones son simples listados de los primigenios más conocidos, junto a símbolos y oraciones sin significado imitando burdamente el estilo de Lovecraft, pero existen también algunos muy cuidados, valiosos y dignos de colección. Por problemas de derechos de autor, algunos de ellos no contienen las frases que Lovecraft inventó como citas delNecronomicón en sus relatos.
El extraordinario dibujante H. R. Giger publicó una recopilación de sus dibujos bajo el título Giger's Necronomicon, en dos volúmenes, en una edición muy cuidada pensada para coleccionistas (encuadernados en piel negra, 666 ejemplares, con un holograma escondido). La editorial española La factoría de ideas ha publicado también con este título un libro de relatos escritos por seguidores de Lovecraft. Cabe destacar elNecronomicón de Donald Tyson, publicado en 2004 por Edaf, escrito como la biografía en primera persona de Abdul Alhazred, siguiendo el estilo literario de los escritores árabes, y que recoge y explica todos los mitos y ciudades que aparecen en los relatos de Lovecraft, incluyendo la explicación del origen del mundo con el estilo trágico de Lovecraft.
En la cultura popular
- El Necronomicón hace apariciones menores en muchas películas y programas de televisión y algunos juegos de vídeo, y una versión más conocida como el Necronomicón Ex - Mortis; se presenta como un punto de la trama principal de la serie de películas de The Evil Dead.
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Freud y Jung. Dos granDES.
Carl Gustav Jung
Carl Gustav Jung (Kesswil, cantón de Turgovia, Suiza; 26 de julio de 1875-Küsnacht,cantón de Zúrich, id.; 6 de junio de 1961) fue un médico psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo, figura clave en la etapa inicial del psicoanálisis; posteriormente, fundador de la escuela de psicología analítica, también llamada psicología de los complejos y psicología profunda.
Se le relaciona a menudo con Sigmund Freud, de quien fuera colaborador en sus comienzos. Jung fue un pionero de la psicología profunda y uno de los estudiosos de esta disciplina más ampliamente leídos en el siglo XX. Su abordaje teórico y clínico enfatizó la conexión funcional entre la estructura de la psique y la de sus productos, es decir, sus manifestaciones culturales. Esto le impulsó a incorporar en su metodología nociones procedentes de laantropología, la alquimia, la interpretación de los sueños, el arte, la mitología, la religión y la filosofía.
Jung no fue el primero en dedicarse al estudio de la actividad onírica. No obstante, sus contribuciones al análisis de los sueños fueron extensivas y altamente influyentes. Escribió una prolífica obra. Aunque durante la mayor parte de su vida centró su trabajo en la formulación de teorías psicológicas y en la práctica clínica, también incursionó en otros campos de las humanidades, desde el estudio comparativo de las religiones, la filosofía y la sociología hasta lacrítica del arte y la literatura.
Sigmund Freud (Príbor, 6 de mayo de 1856-Londres, 23 de septiembre de 1939) fue un médico neurólogoaustriaco de origen judío, padre del psicoanálisis y una de las mayores figuras intelectuales del siglo XX.1
Su interés científico inicial como investigador se centró en el campo de la neurología, derivando progresivamente hacia la vertiente psicológica de las afecciones mentales, investigaciones de las que daría cuenta en la casuística de su consultorio privado. Estudió en París, con el neurólogo francés Jean-Martin Charcot, las aplicaciones de lahipnosis en el tratamiento de la histeria. De vuelta a la ciudad de Viena y en colaboración con Josef Breuerdesarrolló el método catártico. Paulatinamente, reemplazó tanto la sugestión hipnótica como el método catártico por la asociación libre y la interpretación de los sueños. De igual modo, la búsqueda inicial centrada en la rememoración de los traumas psicógenos como productores de síntomas fue abriendo paso al desarrollo de una teoría etiológicade las neurosis más diferenciada. Todo esto se convirtió en el punto de partida del psicoanálisis, al que se dedicó ininterrumpidamente el resto de su vida.
miércoles, 29 de junio de 2016
uN ESCRITOR eSCONDIDO. jAMES sALTER.UN mix de Proust, hemingway y Saint_Exupery.
Hoy miercoles de sol, atardece rojo en mi ventana, los camiones y autos a lo lejos, van y vieneN, y es el momentO para postear una nota PUBLICADA EN la revista Ñ EN EL 2013 . UN ESCRITOR MAGICO.
PASEN Y LEAN
Viday Obra: James Salter
Nunca tuvo un reconocimiento masivo, pero sí es venerado por los mejores escritores de su país. Fue piloto de guerra y guionista de cine. Ha dicho que sólo lo que se escribe termina siendo real. Lo demás, es un sueño.
Si eres un lector exaltado —el tipo de persona para quien los libros son un componente imprescindible de la vida interior— y no conoces a James Salter… bueno, estás entre los benditos. Es como si aun no conocieras a Proust, Hemingway o Saint-Exupéry; porque es ese tipo de lectura la que te espera en los libros de Salter. Como cualquier gran escritor, Salter es sui generis. Su mundo narrativo, sus búsquedas existenciales y su prosa son de él y únicamente de él. Pero para introducírselo a alguien por primera vez, no es descarado remitirse a estos tres nombres épicos como acabamos de hacer. Tiene algo de Hemingway en cuanto a la lucidez de su prosa y también en el asombro de un estadounidense que descubre Europa por primera vez (y además, en que escribió una gran novela de guerra); comparte con Proust una obsesión lírica y melancólica sobre el efecto del pasado –y el recuerdo del pasado- sobre el presente de la vida de una persona (y además una fascinación con la alta sociedad, pero visto desde afuera); y como Saint-Exupéry, es una de las pocas personas que ha volado aviones en situaciones extremas e históricas y después ha sido capaz de escribir sobre esa experiencia con el don de un poeta y el realismo duro de un verdadero hacedor.
James Salter (Nueva York, 10 de junio de 1925-Sag Harbor, Nueva York, 19 de junio de 2015) fue un escritor y novelista estadounidense. Fue oficial de carrera y piloto en las Fuerzas Aéreas Estadounidenses (United States Air Force). Abandonó la profesión militar en 1957 tras publicar su primera novela The Hunters.1 Fue candidato al Premio Príncipe de Asturias en 2014.
Sobre su All That Is, John Irving dijo: “Una bella novela…con una euforia de lenguaje que hubiera satisfecho a Shakespeare.” Susan Sontag había dicho que era uno de los pocos escritores de ficción cuyos libros esperaba como un gran acontecimiento. Richard Ford lo ha declarado, simplemente, el maestro. Recién la semana pasada, Salter fue nombrado como uno de los ganadores de la primera edición de un importantísimo nuevo premio literario para escritores de ficción en la lengua inglesa, otorgado por la universidad de Yale: el Windham-Campbell, dotado con 150.000 dólares.
Todo lo que sabemos de Salter viene de su libro de memorias Burning The Days(Quemando los días), publicado en 1997, y comparable con Hable, memoria, la autobiografía de Nabokov. Salter también ha dado varias entrevistas, incluyendo una con The Paris Review – esa entrevista canonizadora que vale casi lo mismo que un Pulitzer, en cuanto al prestigio.
Antes de todo, y antes de proceder, hay que decir que Salter ha tenido una vida profundamente románica, esas que es improbable que se repitan. Fue aviador de guerra y un bon vivant; escribió guiones para Hollywood y vivió mucho tiempo en Europa, cuando aun era misteriosa. Conoció a grandes figuras artísticas y escribió algunos libros que tienen una alta probabilidad de perdurar en los siglos.
El padre de Salter era un comerciante que se había recibido en West Point, la histórica universidad militar estadounidense. En ese sentido, Salter terminó siguiendo los pasos de su padre. No era de los mejores alumnos y tampoco estaba entre los peores. No tenía un fervor militar pero tampoco entró a la universidad obligado por su padre y, por ende, con resentimientos. Aun no tenía aspiraciones literarias, aunque era lector. Lo que sí, sentía una sed ambigua de gloria, de participar en grandes e históricos acontecimientos. De no ser olvidado.
Al recibirse, ingresó a la fuerza aérea, donde fue aviador por 12 años. Se había perdido la Segunda Guerra Mundial, pero si algo sobra en este mundo, son las guerras. La suya fue la de Corea. Fue voluntario. Llegó al teatro de operaciones en Febrero de 1952, con 27 años de edad. Voló más de 100 misiones en aviones F-86, luchando en combates aéreos contra los MIG-15 de la Unión Soviética. No fue un héroe de guerra pero, por lo menos, como dijo en una entrevista televisiva, estuvo “en el show”.
La primera novela de Salter, The Hunters (Los Cazadores), la escribió de noche y durante los fines de semana mientras estaba en la fuerza aérea. Se publicó en 1956. Allí Horowitz eligió el nombre Salter para no perjudicar su carrera militar. Después, además, se cambió el nombre legalmente.
Más tarde en su vida, Salter descontó The Hunters como una novela de su juventud, menospreciándola. Para este redactor, por lo menos, es una opinión incomprensible. Es posible, a pesar del deseo de Salter mismo, que esta sea la novela suya que perdure en el tiempo. Como dijimos al principio de esta nota, y como han dicho decenas de otros lectores, es inusual que una persona con una experiencia tan particular tenga los poderes artísticos para hacer de ella una obra de arte viva y real. Es una novela de guerra y de iniciación, pero también está llena de luz, de paisajes, de complejas emociones humanas.
La segunda novela de Salter fue publicada en 1961 con el título The Arm of The Flesh y nuevamente —reescrita— en el 2000, con el título Cassada. También está ambientada en las fuerzas aéreas, pero sería la última vez que utilizara su experiencia de aviador para escribir sus ficciones.
A los 32 años, ya casado y con dos hijos, Salter tomo la decisión más difícil e importante de su vida. Decidió abandonar la fuerza aérea para dedicarse exclusivamente a escribir. El paso fue difícil porque amaba volar y no tenía nada en contra de la vida militar. Su deseo de ser escritor, sin embargo, era demasiado fuerte y no podía convivir con ninguna otra forma vida. Exijía su atención completa. Como explicó en una entrevista reciente:
“Decidí escribir o perecer. Cambié mi nombre… Y estaba solo. Y cuando despegas, completamente solo, esa primera vez, es inolvidable. De repente, sientes que tienes un par de alas sobre tu espalda, y puedes escribir algo que sientes que es glorioso. Hay una libertad en escribir. Me admiro más sobre la página que en la realidad. No quise convertirme en un escritor demasiado masculino, porque mi vida había sido masculina.”
En esa misma entrevista, sintetizó sus creencias estéticas sobre la escritura y la razón por cual escribir:
“Viene de la vida, pero no es la vida. Es otra cosa. Es un poema de la vida. Viene un momento de la vida en el cual te das cuenta de que todo es un sueño. Solamente esas cosas que han sido escritas tienen una posibilidad de ser reales. Al fin, es lo único que existe – lo que ha sido escrito.”
Es por esta ética, tal vez, que Salter ha escrito relativamente poco. Pero por otro lado, esta escasez no parece una falta sino un signo de honestidad. No hay un libro que parezca superfluo. No escribe para satisfacer un mercado o para sostener su ego. Escribe para inscribir su experiencia dentro de la realidad eterna que ofrece la literatura. Es más, para sus aficionados, no hay siquiera una frase en los libros de Salter que parezca estar de más. En la entrevista con The Paris Review, dijo: “Soy un frotteur, alguien que le gusta frotar palabras en sus manos, sentirlas, y pensar cual es realmente la mejor palabra.”
Hay otro hecho que explica las pocas novelas que escribió Salter, y es que tuvo que ganarse la vida. Eso lo hizo, por casi diez años, escribiendo guiones para Hollywood. El punto más alto en esta labor fue una gran película –aunque menor- que hizo con Robert Redford llamada Downhill Racer (Esquiador alpino). Se trata de un ambicioso, pero rebelde, esquiador olímpico. Tiene mucha de las características de la obra de Salter: el individuo que busca la gloria en un entorno estoico, que, ostensiblemente, desprecia la gloria individual; el glamour de la vida europea; la soledad del individuo delante de una búsqueda de la perfección.
Hasta ahora no hemos comentado el otro gran tema de Salter, el erotismo. Su tercera novela, A Sport and a Pastime (Un juego y un pasatiempo) publicada en 1967, es una novela de culto, tanto en Francia como en los Estados Unidos. Es una de las grandes novelas eróticas del Siglo XX. Es una breve novela crepuscular sobre el affaire entre unplayboy estadounidense y una chica francesa de pueblo. De menos de 200 páginas, contiene sexo explícito, pero no en una forma descabellada como, por ejemplo, en las novelas de Henry Miller o Charles Bukowski. Si es difícil escribir honestamente sobre la guerra, debe ser mucho más complicado escribir bien sobre el sexo.
Sobre esta novela, el escritor Reynolds Price dijo: “Es la narración más perfecta que conozco en las letras de habla inglesa. Es el retrato más brillante y desgarrador sobre la intoxicación sexual que he encontrado, y un ejercicio de prosa interrumpida, que me deja orgulloso de mi lengua materna y de este hombre valiente que trabajó para producirlo con tanta opulencia útil… es un conmovedor acto de amor en sí mismo.”
Tras Un deporte y un pasatiempo -título tomado del Corán (la vida es un mero deporte y pasatiempo) vino la novela que Salter más estima de su propia producción:Light Years (Años Luz. O Años de Luz: el doble sentido es intraducible en sólo una frase del castellano), publicada en 1975, cuando tenía 50 años. Es un retrato de un matrimonio glamoroso en los años 50 y 60. En un Nueva York y sus afueras, antes de la homogeneización cultural del neoliberalismo y la globalización. Es un retrato, también, del fin del amor, de la vida familiar, de la búsqueda de la perfección – y cómo esa búsqueda imposible, inevitablemente, termina amargando la vida.
En esta novela Salter encuentra el ápice de dos vidas unidas y describe su inevitable declive. Tiene, como en todos sus libros, una sensibilidad a la luz que es difícil de describir. Salter sabe, y nos cuenta, pero nunca directamente, que somos nada más que criaturas de la luz. Hace poco fue incluida en la colección Penguin Classics en Inglaterra, un honor infrecuentemente concedido a un autor vivo.
Su última novela, publicada en 1979, vuelve a un tema propio de Hemingway: la valentía, la hombría, la aventura y el fracaso. Solo Faces, que originalmente iba ser un guión de cine, es sobre alpinistas europeos y un ascenso accidentado de Mont Blanc. Como sus libros de aviación, Salter escribe sobre un momento en el cual las computadoras y los equipamientos aun eran relativamente primitivos, con lo cual la experiencia (de volar o de escalar) era mucho más peligrosa de lo que es hoy. Y también en la cual las acciones del individuo estaban mucho más cerca de la experiencia vital. Es decir, las máquinas y la tecnología no mediaban tanto entre las acciones y sus consecuencias.
Podríamos seguir por páginas más, pero la idea de esta nota —como la de esta serie Vida y Obra— es despertar el interés del lector en un autor. De decir: ¡Mira! ¡No se pueden perder esto! ¡Esto te puede cambiar la vida!
Para los fanáticos de Salter, su obra se desborda en varios lugares y sabemos encontrarla. Por ejemplo, hace poco escribió el prologo a la traducción al inglés de un precioso libro titulado, Des bibliothèques pleines de fantômes, por el periodista Jaques Bonnet, sobre cómo uno va acumulando infinitos libros durante su vida y tambien sobre la inagotable pasión de la lectura.
Allí escribe Salter: “Se acerca una gran marea y en el reinado de los libros, con sus páginas blancas y sus páginas de guarda, sus promesas de soledad y de descubrimiento, está en peligro, tras una existencia de quinientos años, se está esfumando. La posesión física de un libro puede terminar teniendo poca significancia. Sólo el acceso al libro será importante, y cuando el libro se cierra –para decirlo de esa manera- se desaparecerá a lo cyber. Será como el genio – que se puede invocar pero que es irreal…”.
Y cierra este mismo ensayo diciendo: “Los escritores de libros son compañeros en la vida de uno y, de tal manera, muchas veces resultan más interesantes que otros compañeros. Hombres en camino a ser ejecutados, a veces encuentran consuelo en pasajes de la Biblia, que es –en realidad- un libro escrito por grandes, aunque desconocidos, escritores. Hay muchos escritores y muchos de una magnitud apreciable, como las estrellas en los Cielos, algunos visibles, otros no, pero todos derraman gloria…”.
Salter es un escritor glorioso, y uno de los mejores compañeros que podrían conocer en esta vida. No se lo pierdan.
lunes, 27 de junio de 2016
Nos cuenTa Garcia Marquez como escriBio Cien años de Soledad. Historia DE HISTORIAS.
Gabriel Garcia Marquez y su familia.
Ni en el más delirante de mis sueños en los días en que escribía Cien años de soledad llegue a imaginar en asistir a este acto para sustentar la edición de un millón de ejemplares. Pensar que un millón de personas pudieran leer algo escrito en la soledad de mi cuarto con 28 letras del alfabeto y dos dedos como todo arsenal parecería a todas luces una locura, hoy las academias de la lengua lo hacen con un gesto hacia una novela que ha pasado ante los ojos de cincuenta veces un millón de lectores y ante un artesano insomne como yo, que no sale de la sorpresa por todo lo que le ha sucedido. Pero no se trata de un reconocimiento a un escritor.
Este milagro es la demostración irrefutable de que hay una cantidad enorme de personas dispuestas a leer historia en lengua castellana y, por lo tanto, un millón de ejemplares de Cien años de soledad no son un millón de homenajes a un escritor que hoy recibe sonrojado el primer libro de este tiraje descomunal. Es la demostración de que hay lectores en lengua castellana hambrientos de este alimento. No sé a que horas sucedió todo; sólo sé que desde que tenía 17 años y hasta la mañana de hoy, no he hecho cosa distinta que levantarme todo los días temprano y sentarme ante un teclado para llenar una página en blanco o una pantalla de computador con la única misión de escribir una historia aún no contada por nadie que le haga más feliz la vida a un lector inexistente. En mi rutina de escribir nada ha cambiado desde entonces. [...]
MÁS INFORMACIÓN
Los lectores de Cien años de soledad son hoy una comunidad que si se uniera en una misma tierra sería uno de los 20 países más poblados del mundo. No se trata de una afirmación pretenciosa. Quiero apenas mostrar que hay una gigantesca cantidad de personas que han demostrado con su hábito de lectura que tienen un alma abierta para ser llenada con mensajes en castellano. El desafío es para todos los escritores, poetas, narradores para alimentar esa sed y multiplicar esa muchedumbre razón de ser de nosotros mismos.
A mis 38 años y ya con cuatro libros publicados desde mis 20 años, me senté en mi máquina de escribir y empecé: "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo". No tenía la menor idea del significado ni del origen de esa frase ni hacia dónde debía conducirme. Lo que hoy sé es que no dejé de escribir durante 18 meses hasta que terminé el libro. [...] Esperanza Araiza, la inolvidable Pera, era una mecanógrafa de poetas y cineastas que había pasado en limpio grandes obras de escritores mexicanos [...]. Cuando le propuse que me sacara en limpio la obra, la novela era un borrador acribillado a remiendos [...]. Pocos años después Pera me confesó que, cuando llevaba a su casa la última versión corregida por mí, resbaló al bajarse del autobús con un aguacero diluvial y las cuartillas quedaron flotando en el cenegal de la calle. Las recogió empapadas y casi ilegibles con la ayuda de otros pasajeros y las secó en su casa hoja por hoja con una plancha de ropa.
Y otro libro mejor sería cómo sobrevivimos Mercedes y yo con nuestros dos hijos durante ese tiempo en que no gané ni un centavo. Ni siquiera sé cómo hizo Mercedes durante esos meses para que no faltara ni un día la comida en la casa.
Después de los alivios efímeros con ciertas cosas menudas, hubo que apelar a las joyas que Mercedes había recibido de sus familiares a través de los años. El experto las examinó con rigor de cirujano, pasó y pasó con sus ojos mágicos las esmeraldas del collar, los rubíes de las sortijas [...]. Y al final volvió con una larga verónica de novillero: "Todo esto es puro vidrio" [...].
Por fin, a principios de agosto de 1966, Mercedes y yo fuimos la oficina de correos de México para enviar a Buenos Aires la versión terminada de Cien años de soledad, un paquete de 590 cuartillas escritas a máquina a doble espacio y en papel ordinario dirigidas a Francisco Porrua, director literario de la editorial Suramericana. El empleado del correo puso el paquete en la balanza, hizo sus cálculos mentales y dijo: "Son 82 pesos". Mercedes contó los billetes y las monedas sueltas que le quedaban en la cartera y se enfrentó a la realidad: "Sólo tenemos 53". Abrimos el paquete, lo dividimos en dos partes iguales y mandamos una a Buenos Aires sin preguntar siquiera cómo íbamos a conseguir el dinero para mandar el resto. Sólo después caímos en la cuenta de que no habíamos mandado la primera sino la última parte. Pero antes de que consiguiéramos el dinero para enviarla, Paco Porrúa, nuestro hombre en la editorial Suramericana, ansioso de leer la primera parte, nos anticipó dinero para que pudiéramos enviarlo. Así es como volvimos a nacer en nuestra vida de hoy.
Extracto del discurso de Gabriel García Márquez en Cartagena de Indias.
Fuente : El País ( 2007)
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