"Fuimos a cazar conejos. Era una expedición bien organizada que capitaneaba el idiota. Teníamos sombreros rojos. Y escopetas, puñales, ametralladoras, cañones y tanques. Otros llevaban las manos vacías. Laura iba desnuda. Llegados al bosque inmenso, el idiota levantó una mano y dio la orden de dispersarnos. Teníamos un plan completo. Todos los detalles habían sido previstos. Había cazadores solitarios, y había grupos de dos, de tres o de quince. En total éramos muchos, y nadie pensaba cumplir las órdenes".
La ilustradora
Sonia Pulido no había oído hablar de Levrero –escritor de culto en Latinoamérica, sobre todo en Argentina y Uruguay– cuando
Sebastián García Schnetzer, director de arte de la editorial
Libros del Zorro Rojo, le envió el libro: “Y lo primero que pensé fue: ‘Dios mío, Dios mío, que sea para mí’. Tenía una poética que me era muy cercana. Fue una revelación total”.
Levrero no es un autor fácil. "Y esta es una historia atípica porque no tiene ni principio ni final, aunque al mismo tiempo todos los relatos del libro forman una narración única", dice Pulido. En el capítulo LXVII el propio Levrero se burlaba de aquellos -los críticos- que quisieran encontrar significado en su obra:
"Se dice, de los textos aquí presentados bajo el título de
Caza de conejos, que se trata en realidad de una fina alegoría que describe paso a paso el penoso procedimiento para la obtención de la piedra filosofal; que, ordenados de una manera diferente a lo que aquí se expone, resultan una novela romántica, de argumento lineal y contenido intrascendente; que es un texto didáctico, sin otra finalidad que la de inculcar a los niños en forma subliminal el interés por los números romanos; que no es otra cosa que la recopilación desordenada de textos de diversos autores de todos los tiempos, acerca de los conejos; [...] que toda la obra no es más que una gran trampa verbal para atrapar conejos; que toda la obra no es más que una gran trampa verbal de los conejos, para atrapar definitivamente a los hombres. Etcétera".
Para los críticos esto podría plantear un problema, para Pulido todo lo contrario. "Es mejor trabajar con un texto abierto que tiene múltiples interpretaciones. Te permite llevártelo a tu terreno con mayor facilidad y, además, eso le proporciona una gran riqueza al libro".
Pulido creó un total de 32 ilustraciones -todas ellas originales y realizadas con portaminas y rotuladores- para
Caza de conejos. "Muchos de los capítulos son breves, pero tuve la sensación de que podía ilustrarlos todos porque todo el libro, todas sus piezas, son muy evocadoras".
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