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viernes, 10 de junio de 2016

Libros para Este Fin de Semana. La conjura de los NECIOS.

"¡Todos somos Ignatius Reilly!" Esta fue una de las perlas que brotó de la boca de un buen amigo mío durante el transcurso de una de esas noches de vino y rosas en las que la ebriedad hace que las lenguas cuajen en palabras todos los pensamientos que logran arrebatar a la mente de forma tan apresurada que, tras su manifiesto, muchas veces sólo queda el arrepentimiento...Pero en aquella ocasión no había de qué arrepentirse porque "¡Todos somos Ignatius Reilly!" fue lo que vociferó mi colega antes de chocar contra un mueble urbano y precipitarse al suelo. Y yo no pude por menos de estar de acuerdo con él, y le felicité mientras le ayudaba a incorporarse y el resto de nuestros compañeros nos miraba sin comprender. No sabían quién era Ignatius Reilly. Para saberlo hay que leer La conjura de los necios.

El título de la obra proviene de una frase de Jonathan Swift: "Cuando un verdadero genio aparece en el mundo, lo reconoceréis por este signo: todos los necios se conjuran contra él". Y si Swift era donatario de una inteligencia claramente malévola, no lo fue menos Kennedy Toole, ya que el "genio" de su conjura no es otro que un treintañero de Nueva Orleans, el amigo Ignatius J. Reilly, un tipo convencido de que la Edad Media fue la mejor era de la historia de la Humanidad, que vive con su madre y que no da palo al agua, mostrando así su rechazo por un mundo capitalista y corrupto que obliga a la gente al calvario del trabajo a cambio de dinero. Pasa las horas sobre el colchón de su cuarto escribiendo sus teorías lapidarias en decenas de cuadernos Gran Jefe, cuyo compendio (está convencido de ello), algún día constituirá su indiscutible obra maestra.

Sin embargo, el bueno de Ignatius no cuenta con que la pérfida diosa Fortuna se trae algo entre manos: empujarle sin miramientos a la cruda realidad del mundo laboral, porque resulta que una deuda contraída por su adorable madre, la viuda Irene Reilly, le obligará a buscar trabajo; lo hará en una industria de jeans judíos primero, como vendedor de salchichas después. Y señalemos que allá donde va el tipo, obeso y tozudo como una mula, no deja indiferente a nadie, porque su inimitable charme le hace involucrarse en las más terribles y penosas situaciones, cómicas desde la perspectiva más amarga de la palabra.

El quijotesco Ignatius es el claro precedente de Chris Peterson, el protagonista de la serie de culto Búscate la vida, en la que muchos han visto el consuelo televisivo por una hipotética película que nunca ha llegado a hacerse sobre La conjura de los necios, pero demos tiempo al tiempo...

Y es difícil no alabar este libro sin mencionar, al menos, a parte de la horda de peculiares personajes que rodean al mostrenco de Ignatius a lo largo de sus aventuras por la mítica Nueva Orleans; permítanme presentarles a mis favoritos: Burma Jones, el hilarante guardián negro de un garito de mala muerte; Darlene, la tierna stripper de dicho local (atentos al show que idea, donde pretende que un loro ayude a desnudarla); el patán agente Mancuso; Dorian Green (acordes de Oscar Wilde en mi oído), un gay del barrio francés, y sobre todo y ante todo, la espléndida y "progre" intelectual de lengua viperina Myrna Minkoff, el amor/odio de Ignatius (son ex amantes), culpable en buena parte de muchas de sus ocurrencias descabelladas, y con la que mantiene una generosa e intensa relación epistolar que ya hubieran querido para ellos Sartre y la Beauvoir.

En definitiva: un crisol de lúcidas locuras que hará pasar momentos irrepetibles al lector, pese a que, como dijo uno de los editores que rechazó el libro, "no trata realmente de nada".

Concluyo con un dato amargo, ya que les cuento que John Kennedy Toole, tras numerosos e infructuosos intentos por ver su libro publicado, acabó sumiéndose en una profunda depresión que le precipitó al abismo del suicidio. Tenía treinta y un años. Once años después, su madre (sin duda, el modelo que utilizó para crear a Irene Reilly), finalmente logró que alguien, el autor Walker Percy ni más ni menos, creyera en la obra de su hijo. El libro fue publicado con gran éxito, y al año siguiente, en 1981, logró el Pulitzer.

Y además, hay una estatua de Ignatius J. Reilly en cierta calle de Nueva Orleans, ciudad que vio nacer a este peculiar siervo de diosa Fortuna y, asimismo, al padre que le dio la vida y que vio la muerte sin poder contemplar jamás la efigie de su héroe posmoderno.


fUENTE. Un libro al dia.

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