Enrique Vila-Matas recupera uno de sus volúmenes más emblemáticos, con más de treinta ensayos que confi guraron su paisaje narrativo posterior.El viajero más lento recoge un macrocosmos fundacional vilamatiano de ciudades, personajes, lecturas, conversaciones, situaciones reales, invenciones y escenarios. Con dos piezas inéditas, constituye, además, una hoja de ruta con las claves imprescindibles para identifi car aquello que se convertiría en capítulos, historias y personajes de sus libros posteriores. Un alegato a favor de la libertad creadora del escritor.
Casi veinte años después de su primera edición en 1992, reaparece en Seix Barral El viajero más lento, una recopilación de los ensayos y artículos que Enrique Vila-Matas había publicado hasta entonces, un mosaico itinerante de textos que recorren ciudades como Berlín, expresan el fervor de Barcelona y son un homenaje a los autores que han confluido en su escritura, en sus afinidades y gustos de lector y en su mirada narrativa. Los cinco apartados en que se articula el libro son una inmejorable introducción al mundo personal y narrativo de Enrique Vila-Matas a través de una recopilación que toma su título de uno de sus textos más memorables, el dedicado a Valéry Larbaud:
Tres geografías distintas (el viaje al extranjero, el paseo por el barrio de toda la vida y el vagabundeo literario), once ensayos que yo llamo shandys en honor de los conjurados de uno de mis libros, una mirada nostálgica a mi ya tan lejana como furtiva relación con el cine y, finalmente, comentarios a libros o autores que me gustan, componen esta colección de artículos y ensayos literarios que he decidido llamar El viajero más lento.
A medio camino entre el ensayo y el relato, estos textos ocupan un territorio entre la realidad y la ficción en el que se refugia el autor-personaje que escribe estas páginas y las recorre y se reinventa. Porque, como Baroja cuando pasó tímidamente la frontera del exilio, un Vila-Matas joven también preguntó “¿Se puede pasar?” en la frontera que une y separa la vida y la literatura. Y en esa frontera, inestable y habitable al mismo tiempo, se instalan algunos de los textos más memorables que ha escrito el autor.
Como El acero del dolor, en donde rememora aquella huida al exilio de la literatura, con la pregunta barojiana que hizo un joven de a pie, tembloroso, no del todo consciente de que podía estar emprendiendo el duro camino de un exilio tan literario como tal vez definitivo, un alejamiento tan profundo como sin remedio alguno: ese extrañamiento que, a medida que he ido escribiendo e indagando sobre mí mismo, se ha agrandado con el tiempo.
Desde El rostro impasible, su primer artículo, de 1968, hasta Preferiría no hacerlo, un texto que muestra ya a un Vila-Matas dueño de su mundo literario,El viajero lento es un conjunto espléndido de artículos que aparecieron en la prensa sobre todo a finales de los ochenta y a principios de los noventa.
Por ejemplo, Lo que Brando decía, una entrevista ficticia e inolvidable al actor impenetrable. Como novedad, tras las secciones tituladas Escritos Shandys, Una furtiva lágrima y En el Chevrolet prestado, esta reedición incorpora dos textos inéditos: el epílogo El arte de no terminar nada, que coherentemente con su título y su contenido, no cierra nada, porque tras él aparece otro apartado -No es obligado el punto final- con el espléndido Café Bénabou.
Santos Domínguez
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