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jueves, 31 de marzo de 2016

Librerias de Arte en mi ciudad. Siberia en eNCUENTRO CON La Plata

Siberia calienta el clima platense

Espacios. La galería y librería se consolida como bastión del arte local y lugar de pertenencia de artistas jóvenes.

POR JULIA VILLARO



Paradojas: en una ciudad en la que todo, desde su origen, siempre tuvo un lugar prolijamente asignado, tantas cosas quedaron sin espacio. La Plata es esa ciudad grande pero caminable, con todas sus calles paralelas y sus manzanas cuadradas y todos esos jóvenes llegando cada año a estudiar y a crear-se; músicos, escritores, artistas plásticos, fotógrafos, generando un sustrato fértil, un fermento de vida que desde hace años viene creciendo, dejando atrás la sombra que supo ser para el propio desarrollo la proximidad engañosa de Buenos Aires, su estado de ebullición permanente. Y proliferan espacios alternativos, independientes y autogestionados. Es, por ejemplo, el caso Siberia, la galería-librería que lejos del frío de su nombre, funciona como caldero de ideas.
En 2010 Magdalena Cheresole preguntó en la librería Rayuela (acaso la más grande de la ciudad) por un libro de Fabián Casas editado por Vox, cuya caja encontró vacía y olvidada en un anaquel lleno de polvo. En ese momento nació la idea de un espacio que permitiera distribuir y acceder a producciones visuales y literarias independientes. Se comunicó con las editoriales que como lectora le interesaban –Vox, Mansalva, Planta editora, Pánico el pánico–, empezó a guardar los libros en su casa y a repartirlos por la ciudad en bicicleta. Hasta que el espacio quedó chico y el proyecto tomó cuerpo propio, dando lugar también a la presencia de las imágenes a través de diversas propuestas artísticas con las que Magdalena, como museógrafa, ya venía trabajando y que comienzan a integrar la galería, una de las poquísimas de la ciudad (en Calle 51 #503, entre 5 y 6 - www.holasiberia.tumblr.com).
Muchos artistas –no sólo de La Plata– pasaron ya por las paredes de Siberia: Mariela Vita, Fabio Risso, Agustina Girardi, Corina Arrieta, Julia Dron... Todos con sus estéticas particulares, siguiendo sin embargo una línea que los emparenta, un espíritu afín que se presenta no sólo a través del formato pequeño, volátil y casi efímero de muchas de las obras sino también de un registro similar, promotor en algunos casos de una experiencia íntima y en otros de una suerte de malicia cándida, una ingenuidad cruel.
Dibujos, grabados, bordados, acuarelas. Cuadernos como diarios, fanzines –con ediciones propias de la galería incluidas– instalaciones. Con una mudanza de por medio y la posibilidad de seguir ampliando el campo llegó a Siberia el momento de la fotografía.
Lo mejor del amor se llama la nueva galería fotográfica dentro de la galería, y una exhibición colectiva que integran Santiago Hafford, Denise Labraga y el brasileño Thales Pessoa, entre otros, la dejó inaugurada hace unos días. También puede verse Sujetar el gozo , de Soledad Magiotti (o La 7, fotógrafa y militante queer) imágenes que en palabras de su curador, Francisco Medail, trazan “diferentes recorridos sobre los modos de relación afectiva entre los cuerpos disidentes”. En el borde filoso del margen, un margen. “Siempre digo que sí a todo lo que puedo –dice Magdalena sobre Siberia– para decir que no existen otros espacios”.

Una isla cultora del arte en medio de la ciudad

En el centro neurálgico de La Plata, Siberia funciona como un lugar de pertenencia y de difusión para jóvenes artistas que emergen en el campo de la literatura, la música y las artes plásticas.

A pocos metros de la Gobernación, dos chicos salen de la boletería de La Trastienda con entradas para Nonpalidece en mano y sus melenas de león peinadas como quien se enrosca un toallón en la cabeza después de la ducha. Pasan por delante de Siberia y se detienen a ver la vidriera. Comentan sobre un lapicero que simula ser un balde de popcorn y siguen su camino.
Minutos más tarde, una chica de unos treintaypocos frena ante el mismo ventanal, pero hace un rápido escaneo de lo exhibido y traspasa el umbral. Viene de la inauguración de "F5 made in me", en la sala Microespacio del Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Pettoruti. Parece estar en sintonía y saber de qué va el local.
Tazas, billeteras, almohadones, cartucheras y demás artículos de librería hacen que, a simple vista, Siberia parezca otro negocio de chucherías. Sin embargo, un par de cuadritos y varios libros de tapas desconocidas por el común de los habitúes a las grandes librerías comerciales dan el indicio de que es algo -mucho- más.
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ITINERANTE
Cuando llegó a La Plata para estudiar Museología, Magdalena Cheresole -30 años- se encontró con una ciudad que exudaba arte hasta de sus baldosas. Con el tiempo, cayó en la cuenta de que escritores, artistas plásticos, músicos y demás creativos compartían con ella viajes en micro, frecuentaban los mismos bares y hasta desandaban esas diagonales en las que todavía se perdía.
Descubrió un mundo "re zarpado" muy cercano a todos sus intereses y, de a poco, comenzó a relacionarse con distintos artistas emergentes y a organizar muestras en las que hacía la curaduría: desde la selección de los expositores y las obras, hasta la elección del emplazamiento y la redacción del texto curatorial.
Por otro lado, su avidez por la lectura y su pasado como bibliotecaria en su Marcos Paz natal -ciudad ubicada a 48 kilómetros al oeste de capital federal-, la llevaron a hurgar en librerías platenses en busca de editoriales independientes. Así, un día se sorprendió en Rayuela al abrir la sobrecubierta de una publicación editada por Vox y descubrir que faltaba el libro.
Impotente por ese descuido hacia lo autogestivo, Magdalena entendió que la escena cultural platense necesitaba de espacios alternativos que albergaran al arte y la literatura independiente contemporánea. Por eso, a fines de 2009 decidió realizar un proyecto para dar difusión a fanzines y publicaciones alternativas. Montaba una mesa de publicaciones en su propia casa, que llevaba a las muestras de arte que organizaba y hasta se cruzaba la ciudad en bici para repartir libros.
La iniciativa, que se llamó Isla por ser una librería itinerante que emergía en distintos lugares físicos, duró hasta 2010, cuando Isla se instaló en un local con salida a la calle -diagonal 79 entre 6 y 55-, que se erigió como sitio de pertenencia para una nueva generación de artistas y que en 2011 pasó a llamarse Siberia -hoy ubicada en 51 entre 5 y 6-.
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LIBRERÍA
Es un atardecer de sábado destemplado y algo nostálgico, pero Siberia no para de recibir visitas. Desde hace pocas semanas, su mudanza a un local más espacioso y céntrico hizo que más cantidad de gente se viera tentada a entrar y a leer las contratapas de los libros, admirar obras de arte o, simplemente, buscar un regalo para un ser querido. Porque lo que los rastas nonpalideceros seguramente no sabían era que, además de un comercio de diseño, Siberia es una librería y una galería que reúne el trabajo de mentes creativas en ascenso.
Los artistas que hacen cerámicas, los diseñadores que fabrican bolsos, los encuadernadores, todo pequeño emprendedor puede acercar sus productos y venderlos en Siberia. Sin embargo, uno de los espacios que se destacan en el local son las estanterías con publicaciones de escritores under como Bruno Pizzorno, que dejó varios ejemplares de “Sobrevivires”, su antología de poemas editada a fines de 2013 por la editorial independiente En el aura del sauce.
Como buena lectora y agitadora cultural, Magdalena habla de las obras con sus clientes y no duda en recomendar a artistas que no son tan conocidos en el mundo literario tradicional, como el novelista Carlos Ríos o el poeta platense Eduardo Rezzano, ambos editados por editoriales indies como Entropía y Vox.
También hay lugar para aquellos que empezaron en la autogestión pero que terminaron con publicaciones en grandes editoriales, como es el caso de Fabián Casas, Cecilia Pavón o Fernanda Laguna, escritores argentinos que conviven en Siberia con libros de arte importados y con una selección de los mayores representantes de la literatura norteamericana que Magdalena elige con criterio algo caprichoso, según su gusto personal: en el catálogo son recurrentes Carver, Kerouac, Bukowski, Salinger, Cheever y Hemingway.
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GALERÍA
Exponer en un museo no es el súmmum para todos los artistas. Muchos buscan una libertad de expresión que difícilmente puedan conseguir en una institución convencional y, por eso, recurren a espacios alternativos con mayor flexibilidad para acordar las muestras.
En Siberia, no hay reglas estrictas. Si al artista se le ocurre colgar la obra del techo, la cuelga. Si hay que agujerear las paredes, pintarlas o dibujarlas, se hace -de hecho, el antiguo local estuvo pintado de amarillo, de verde, de fucsia y hasta multicolor-. “Nunca me preocupé porque a blanco se puede volver siempre y para decir que no, ya hay un millón de lugares”, asegura Magdalena y aclara que esa regla corre siempre y cuando el artista después la ayude a recuperar el estado inicial de las cosas.
El trabajo es siempre colectivo y dialogado. Mates de por medio, Magdalena acuerda con el expositor desde el emplazamiento de la obra hasta el precio de venta. “A mí me interesa que las personas que vienen se sientan contenidas y tomen esto como un lugar de pertenencia”, dice con cierta visión romántica y asegura que aprende un montón de la experiencia del otro: desde descubrir unos clavitos “re copados” que pasan desapercibidos hasta aprender una técnica para colgar los cuadros en perfecta posición.
Cuando habla de los artistas, parece tener el grado de fascinación que tenía cuando llegó a La Plata: "Laburar con ellos es algo zarpado porque conocés las obras, sus casas, los talleres donde trabajan y hasta los motivos de por qué hacen lo que hacen”. Esa admiración la lleva a organizar diez exposiciones anuales con objetivos como, por ejemplo, poner en diálogo la obra de un artista local con la de un artista del interior del país.
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DEMOCRATIZADORA
Durante cada muestra, que dura aproximadamente un mes, las obras están a la venta. Recién una vez que se levanta, el comprador se lleva su adquisición. Sin embargo, cada artista que expone deja una obra de pequeño formato que queda en exposición permanente y a la venta en la trastienda, un espacio de registro de lo que ocurrió en la galería y de adelanto de lo que vendrá.
Un hombre con sobretodo largo y mirada conocedora, contempla durante varios minutos dos obras firmadas por la platense Mariela Vita que retratan la cara de dos felinos. No sabe con cuál quedarse. Después de un rato, saluda con un cálido abrazo a Magdalena y se decide:
Qué buenísimo, no se pueden creer. Ya te digo que ese es para mí -exclama con fervor y señala la obra de la izquierda-. Me costó decidirme pero es el más parecido a mi gato.
Facundo es un coleccionista de arte platense que siempre apuesta por comprar obras originales y que ya es amigo de la casa. Aún así, a Magdalena le cuesta desprenderse de la obra y bromea con retenerla en la galería.
Sin embargo, en Siberia se busca romper con la idea de que sólo el coleccionista o el conocedor es el que puede comprar arte y explica que hay más posibilidades de obtener una pieza original de las que uno cree: “Si vas a Prüne y salís con una cartera, tranquilamente podés salir de acá con una obra de arte”.
Si bien los precios son variados y lo más caro es de cuatro mil pesos, hay opciones más accesibles que parten de los doscientos, como es el caso de las serigrafías numeradas de artistas como Agustina Girardi o el colectivo Tormenta. Además, Magdalena propone varias opciones de pago, que hacen que enmarcar una lámina que tiene millones de reproducciones y que cuesta lo mismo o más que comprar un original, parezca un verdadero desperdicio.
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LA ISLA DESPIERTA
Si pensamos en la porción oriental de Rusia que le da nombre al proyecto de Magdalena Cheresole, nos transportamos a un territorio frío y desolado, casi inhóspito, al que no por nada denominaron Siberia, que significa "tierra dormida" en turco.
Sin embargo, no hay nada más alejado de nuestra Siberia platense, ese espacio que desde hace cuatro años agita las llamas de una juventud efervescente que arde por mostrar al mundo sus pensamientos, sus ideas y sus producciones.
Hay una infinidad de formas de concebir una galería de arte, pero desde un principio Siberia fue pensada como una isla bien despierta que nuclea el arte de gente emprendedora, autogestiva y talentosa.
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